miércoles, 30 de septiembre de 2009

Salarios, parafiscales y competitividad

César Ferrari, Ph.D.

Publicado en La República, Bogotá el 2 de septiembre 2009


Hace poco se suscitó un debate sobre la conveniencia de reducir los parafiscales sobre las remuneraciones de los trabajadores.

Se argumentaba que dichos pagos, en particular los referidos al Sena, al Icbf y similares, disminuyen la competitividad de la producción de transables, exportables e importables, y, por lo tanto, atentan contra el crecimiento de las empresas y de la economía.

Quienes promovían tal medida, argumentaban que era preferible que tales contribuciones fueran sustituidas por aportes del presupuesto público a las indicadas entidades. Los defensores, incluyendo el Gobierno, señalaban que tal era inconveniente, pues conduciría a su desfinanciamiento, particularmente en una situación de deterioro fiscal como consecuencia de la crisis mundial.

Pero, ¿son dichas contribuciones parafiscales efectivamente un mecanismo importante que reduce notoriamente la competitividad del sector transable de la economía colombiana? Nada más útil al respecto que revisar los datos internacionales sobre salarios y parafiscales en las principales ciudades del mundo. Afortunadamente, tal estudio existe y viene siendo publicado regularmente desde 1971 por el banco suizo UBS, uno de los más grandes del mundo.

El último contiene información a marzo de 2009 (Prices and Earnings 2009) e incluye datos sobre precios de diversos bienes y servicios, salarios, impuestos a la nómina, contribuciones sociales y otras deducciones, horas de trabajo y poder de compra para 73 ciudades, incluyendo Bogotá, Nueva York y Shangai.

Hay datos interesantes en el estudio. Por ejemplo, la ciudad donde un trabajador promedio tiene el mayor poder de compra, es decir, que su ingreso neto anual, que excluye impuestos y contribuciones, le permite comprar la mayor cantidad de bienes y servicios (de una misma canasta) es Zurich (con un índice de 106,9) En ciudades como Buenos Aires (34,4), Bogotá (33,7) y Lima (32,4), el trabajador promedio mantiene un poder de compra mucho menor. Yakarta es la ciudad donde el poder de compra es menor (índice 15,3). La ciudad de referencia es Nueva York (índice 100).

Respecto a salarios, el estudio muestra que mientras el salario bruto promedio por hora en Nueva York es 26,1 dólares, el neto es 19 dólares. Es decir, que entre impuestos y contribuciones se pagan 7,1 dólares por hora. Por su parte, en Shangai, el centro industrial y financiero de China, el salario bruto por hora es 3,9 dólares mientras que el salario neto es 3,1 dólares; en otras palabras los llamados parafiscales en dicha ciudad son 0,8 dólares por hora.

Se dice con frecuencia que gracias a esos salarios los productores chinos son sumamente competitivos en el mercado mundial… y seguramente lo son comparados con los niveles salariales que se pagan en Nueva York.
Pero si fuera sólo por esa razón, los productores bogotanos también deberían ser competitivos, tanto como los chinos.

Según el UBS, los salarios brutos por hora pagados en Bogotá son 3,9 dólares, similares a los de Shangai, y los netos son 3,4 dólares. Mejor dicho los parafiscales son menores en Bogotá que en Shangai, 0,5 dólares la hora.

No son ni salarios ni parafiscales elevados el origen de la falta de competitividad en Colombia. Mejor explicación puede encontrarse comparando la competitividad de la tasa de cambio y de las tasas de interés.

lunes, 10 de agosto de 2009

Colombia: Llego la recesión, se esperan las respuestas

Por: César Ferrari, Ph.d.

Publicado en Razón Pública, Bogota 9 agosto 2009

Ahora es oficial

Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) la economía colombiana sufrió una contracción durante el primer trimestre de 2009, cuando el PIB disminuyó en un 0.6%. Simultáneamente el DANE revisó a la baja la tasa de crecimiento durante del cuarto trimestre del año pasado: -1%.

Para 2009, el Fondo Monetario Internacional prevé para Colombia una tasa de -0.3% y la revista The Economist anticipa una caída del 1.2% en el PIB. De cumplirse estas proyecciones, estaremos ante una recesión significativa en términos anuales, que contrasta con el crecimiento del PIB de 2.5% en 2008 y de 7.5% en 2007.

Las etapas del ciclo económico: “stop and go” nuevamente

Sin duda se acabaron por ahora las buenas épocas, por lo menos las que se vieron hasta el 2007, logradas en su mayor parte gracias a elevados precios internacionales de materias primas, mayores remesas y elevados flujos de capitales. ¿Sorpresa? Ninguna. Era previsible, considerando la inestabilidad de dichos precios y la crisis mundial. Ese crecimiento acelerado y esa parada súbita no dejan de ser dos etapas más del conocido “stop and go” (parada y arranque) de las economías latinoamericanas, sujetas a los vaivenes de los ciclos internacionales por su dependencia de las materias primas, así:


- (1) El auge

A partir del 2004, con el ciclo internacional en auge, la demanda y los precios internacionales de los commodities aumentaron, al igual que las remesas. Y con las tasas de interés elevadas en dichos años y las privatizaciones de empresas estatales, los capitales fluyeron hacia el país. Los mayores ingresos correspondientes los percibieron propietarios, directivos y trabajadores productores de esas materias primas, y luego los que vendían bienes y servicios a los primeros (construcción, servicios personales, bienes de lujo).


Tal expansión del ingreso se tradujo en crecimiento económico y disminución de la pobreza, aunque no en reducción de la inequidad en la distribución del ingreso. De hecho, en un listado de 135 países publicado en el World Factbook de la CIA, Colombia ocupaba el puesto número 120 por su mala distribución del ingreso según el índice GINI, después de Chile (puesto 121) Brasil (125) y Bolivia (128) para mencionar a los países latinoamericanos más importantes y peor ubicados.

- (2) El mecanismo de ajuste

Los mayores ingresos externos implicaron también mayor oferta de divisas, lo cual revaluó la tasa de cambio. Como la revaluación compensó en parte el aumento de los precios internacionales de alimentos, combustibles y metales, las autoridades monetarias hicieron poco para evitarla pues reducía la inflación.

La revaluación acumulada llegó a ser tan significativa que la correspondiente pérdida de competitividad cambiaria hizo que gran parte de la producción de bienes y servicios transables, al no ser beneficiaria de los precios internacionales elevados, dejara de ser competitiva: flores, textiles, electrodomésticos, metalmecánica, confecciones, calzado, etcétera. Así, las importaciones aumentaron más rápidamente que las exportaciones.


- (3) La contracción

A la revaluación inicial vino a sumarse el desarrollo pleno de la crisis mundial y la correspondiente caída de la demanda de los commodities y de sus precios internacionales, lo cual significó una reducción importante en el valor de las exportaciones colombianas. De esta manera la economía colombiana se desaceleró sostenidamente, pasando de un crecimiento de 4.1% en el primer trimestre de 2008, a 3.9% en el segundo, 2.9% en el tercero y a -1% en el cuarto.


Una caída de los ingresos externos implica una caída de los ingresos internos aún mayor (por el llamado “efecto multiplicador” de los primeros). Así, finalmente, como era de esperar, a la desaceleración generada por mano monetaria propia, vía revaluación, le siguió la recesión por mano externa. Estos dos factores se tradujeron en la ya mencionada sucesión de dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo. El gráfico adjunto muestra con claridad la desaceleración sostenida tanto del PIB colombiano como del consumo de los hogares; al primer trimestre de 2009 dicho consumo representaba 66% del primero.


El Gobierno estima que para 2009 los menores ingresos externos serán del orden de US$ 10 mil millones, una cantidad importante que representa aproximadamente el 16.2% del total del ingresos de divisas por todo concepto (principalmente por exportaciones, remesas e ingresos de capitales) en 2008… y la cifra puede ser mucho mayor.

Los impactos de la recesión: desempleo y devaluación


La recesión tiene evidentes efectos negativos sobre el mercado de trabajo. A mayo de 2009 el desempleo y el subempleo, que es una manera de buscar ingresos aunque sea en ocupaciones y condiciones inadecuadas, afectaba a 11.2 millones de colombianos sobre un total de 21 millones de personas económicamente activas (PEA) y de 34.1 millones de personas en edad de trabajar. Según avances del informe para el mes de junio, la tasa de desempleo afecta al 11.4% de la PEA urbana.

Por su parte, la caída de los ingresos externos se tradujo, en principio, en una devaluación cambiaria sostenida y una tendencia creciente a una inflación elevada. En efecto, entre el 16 junio de 2008, cuando se dio la tasa de cambio más baja de $1.652,41 por dólar, y el 31 de marzo 2009, cuando alcanzó su máximo valor de $2.561,21 por dólar, la tasa de cambio se devaluó 55%.

El “misterio” de la revaluación

Sin embargo, más adelante, esos menores flujos de divisas fueron compensados con otro tipo de ingresos externos produciendo el efecto contrario. Así, hasta el 24 de julio de 2009 la tasa de cambio se había revaluado en 23,8%, al situarse en 1.953,12 pesos por dólar.

Las razones de la nueva revaluación no vienen ciertamente por el lado comercial y de servicios. Durante el primer trimestre de 2009 la cuenta corriente (comercio y servicios) de la balanza de pagos fue de US$ -976 millones. Hasta mayo de 2009, la cuenta cambiaria corriente consolidada (doméstica más de compensación) era de US$ -1,316 millones, y hasta el 10 de julio de 2009 la cuenta corriente cambiaria doméstica (excluyendo la cuenta de compensación) era de US$ -2,618 millones. Es decir, esos déficits tendrían que estar produciendo devaluación. ¿Entonces cómo se explica la revaluación? Por dos razones:

- (1) Por la contracción monetaria

La nueva revaluación está relacionada fundamentalmente, en primer lugar, con la pérdida de reservas internacionales del Banco de la República que en lo corrido del año al 17 de julio fueron de US$ 248,5 millones.

Ciertamente, ese comportamiento del banco central se tradujo en una reducción de la liquidez de la economía. Así, en lo corrido del año, hasta el 10 de julio de 2009, los medios de pago (efectivo más depósitos en cuentas corrientes- M3) se había reducido en $5,372 mil millones y el crédito en $37 mil millones. Tal sería, en realidad una manera de frenar las importaciones y, por cierto, de inducir una reducción de la inflación vía revaluación.

- (2) Por el financiamiento del déficit fiscal

La segunda razón de la revaluación se encuentra en el déficit fiscal y su financiamiento mediante deuda externa. Este financiamiento produjo un ingreso de divisas de US$ 2.539,1 millones durante el primer trimestre, mientras que al mismo tiempo el sector privado sacaba del país US$ 596,9 millones, generando un exceso de divisas con las consecuencias anotadas.

Sucede que por cuenta de la recesión económica, en 2009 el déficit del gobierno central sería de $ 18,8 billones, 3.7% del PIB. Compensado en parte por un superávit de las empresas públicas de $ 7,2 billones (2,4% del PIB), y agravado por los costos de la reestructuración financiera originada en la crisis bancaria de 1999 (subsistente de $ 1 billón) el déficit consolidado del sector público sería de $ 11,8 billones, equivalentes a 2.4% del PIB.

Agrandando el hueco

En el 2010 la situación fiscal podría ser más grave. Las proyecciones gubernamentales prevén un déficit del gobierno central de $ 23,4 billones, equivalente a 4,3% del PIB, y un déficit fiscal consolidado de $ 18,4 billones, ó un 3,4% del PIB.

La revaluación podría profundizarse, considerando que el déficit en 2009, según las cuentas oficiales, sería financiado en gran medida con recursos externos por US$ 4,650 millones. Descontando amortizaciones e intereses de deuda, el ingreso neto de divisas resultante sería de US$ 1,500 millones. Si a ese ingreso de divisas se le añade una reducción de reservas del Banco de la República, las presiones para la revaluación cambiaria son evidentes.

El problema de la competitividad del sector transable

Pero el problema fundamental de la economía tampoco es ese déficit y ese financiamiento. Lo es la pérdida de competitividad que la revaluación genera para el sector productivo transable internacionalmente, es decir tanto el que produce para exportar como el que compite con las importaciones, mejor dicho para la totalidad de la economía colombiana excluidos los servicios no comercializados internacionalmente.

En otras palabras, mientras que el sector público intentaría mantener su gasto para reducir la recesión, la manera de financiarlo induciría pérdida de competitividad y, por tanto, recesión en el sector privado.


Otra sería la perspectiva si durante la abundancia que duró hasta el 2007, se hubieran ahorrado recursos para ser usados en la actual escasez. No fue así. También sería distinta la situación si el Banco de la República hubiera acumulado reservas en vez de disminuirlas; así habría evitado la revaluación cambiaria y las mencionadas reducciones de la liquidez y del crédito.

Un manejo equivocado de la crisis


La transmisión de la crisis mundial es inevitable. Pero sus efectos deben minimizarse. Para ello es necesario crear ingreso interno y la manera más inmediata de hacerlo es a través del gasto fiscal porque es el único componente autónomo de la demanda. Los gastos de las familias, empresas e inversión dependen de los ingresos y estos, en recesión, caen.

Pero las autoridades económicas colombianas en lugar de aumentar el gasto fiscal y reducir los impuestos para estimular la demanda, como se está haciendo en casi todo el mundo, basan su programa anti-crisis en otorgar nuevas líneas de créditos para automóviles y electrodomésticos, más subsidios para vivienda y aumento de impuestos.

El paquete fiscal que presentaron hace unos meses por $55 billones no fue creíble: $32 billones eran inversión privada, en parte descartada por la propia crisis, y el resto correspondía a proyectos antiguos ya presupuestados o por realizar en los próximos años.

Es muy difícil que créditos y subsidios aumenten en el contexto de la recesión. El crédito depende de su disponibilidad y de tasas de interés que aún son altas pero, particularmente, de los ingresos. Los subsidios requieren que los interesados tengan ingresos adecuados para respaldar el crédito complementario. Pero la recesión produce caída de ingresos.


Más aún, en plena crisis, las autoridades han decidido aumentar los impuestos territoriales y mantener altos los precios administrados de los combustibles en relación con los precios internacionales. En ese contexto, ello equivale, simplemente, a reducir la competitividad productiva y a disminuir la demanda interna; es decir echar más leña al fuego de la recesión.

Cambio de las políticas monetaria y fiscal: política contra-cíclica


Colombia debería adoptar, cuanto antes mejor, una política económica contra-cíclica que atenúe los efectos de la crisis mundial, sobre todo sobre las poblaciones de bajos ingresos, que son las más afectadas.

Afrontar esa urgencia exige medidas fiscales y monetarias. En primer lugar, parece obvio reducir la tasa de interés del banco central. La misma ha sido reducida en los últimos meses de 10% a 4,5%. Por cierto, queda poco margen para seguir reduciéndola. Pero es posible hacerlo, como han hecho otros bancos centrales latinoamericanos con economías en mejor situación: el banco peruano ha reducido su tasa a 2% y el chileno a 0.5%.

También se requiere que el gasto fiscal civil no disminuya, sino que aumente. Será mejor si mejora la infraestructura económica -carreteras, puertos y aeropuertos- y favorece el aumento de la productividad y el desarrollo de los mercados. El financiamiento del gasto tendrá que ser externo o monetario; colocar bonos al sector privado nacional en momentos de reducción generalizada del ingreso requerirá tasas de interés elevadas que provocarán una mayor contracción del mercado crediticio.

El crédito externo, como indicado, puede conducir a la revaluación cambiaria. Sin duda una expansión fiscal que no se dé en el contexto de una tasa de cambio competitiva, es decir elevada y sostenida, se traducirá en presiones negativas sobre el sector comercial externo y, ciertamente, en una ayuda a la recuperación de la economía china, pero no de la colombiana. Para evitar esa revaluación se requerirá, entonces, complementariamente, la monetización del financiamiento externo del déficit fiscal con cargo a una acumulación de reservas por parte del banco central.

Ciertamente, el financiamiento monetario del déficit está condicionado por la capacidad de respuesta de la oferta a la mayor demanda agregada, bien sea por mayor uso de la capacidad ociosa, incluso hasta tres turnos, por la expansión de la productividad o de la capacidad de producción. En esto último es esencial el aumento de la inversión y ello depende de rentabilidades adecuadas y de tasas de interés bajas que aumenten las oportunidades de inversión y la competitividad del sector transable.

Lo que se requiere: un plan anti-cíclico

Pero, además, Colombia, así como casi todos los demás países latinoamericanos, tendrá que diseñar y aplicar una política económica anti-cíclica de mayor horizonte que la haga menos dependiente de los ciclos internacionales. Para superar esa dependencia de las materias primas tendrá que restablecer sus esfuerzos de industrialización.

El ejemplo es China. Es menos afectada por las crisis internacionales porque el 95% de sus exportaciones corresponde a productos manufacturados, cuyos precios internacionales son más estables. Para ello, desde hace más de un decenio mantiene una tasa de cambio muy elevada y relativamente estable que junto a tasas de interés crediticio reducidas otorgan a su producción de transables una competitividad notoria. La logra acumulando a la fecha casi dos millones de millones de dólares en reservas internacionales, que en la crisis actual le permite financiar sin dificultad sus esfuerzos contra-cíclicos.


Por ello, asegurar el desarrollo futuro dependerá, en gran medida, de una política monetaria que induzca una tasa de cambio real elevada y sostenida, de una política fiscal que desarrolle la infraestructura en pro de la competitividad de la producción transable y, particularmente, de una regulación que favorezca la competencia en los mercados crediticios y de servicios. Al contrarrestar las fallas de esos mercados, debe inducir la reducción de las tasas de interés, por tanto los márgenes de intermediación, y los precios respectivos. La falta de tal regulación es la que, en gran medida, ha permitido generar rentas no competitivas en dichos sectores que atentan contra la competitividad del sector real y transable de la economía.

En otras palabras: no sólo está en juego la recuperación actual. Están en juego la sostenibilidad del crecimiento, la superación de la pobreza y la reducción de la inequidad.

jueves, 30 de julio de 2009

Las razones del éxito del Banco Grameen

Publicado en la separata de Responsabilidad Social Empresarial del Diario La República de Bogota, 30 julio 2009

César Ferrari

El Banco Grameen, Nobel de Paz 2006, paradigma mundial del microcrédito, es una entidad comercial por acciones establecido en Bangladesh.

Realiza operaciones como cualquier banco pero otorga crédito sólo a pobres, a una tasa reducida de interés simple equivalente a 10.2% efectiva anual.

La base de su éxito, 8 millones de clientes, 1.5% de morosidad, reside principalmente en la metodología con que opera: Créditos individuales, costos operativos reducidos y mecanismos de fidelización adecuados. Los créditos que otorga son a individuos, no a grupos.

Así, la responsabilidad también es individual. Pero para recibir el crédito el prestatario tiene que participar en un grupo de cinco personas y éste en un centro de ocho grupos.

Grupos y centros se reúnen semanalmente con un promotor del Grameen para decidir y entregar los créditos y recoger los ahorros. Las relaciones entre el Banco y sus prestatarios son de confianza; no les exige ningún tipo de documento, garantía o aval.

Sus costos son reducidos porque no realiza análisis de crédito, seguimiento de los mismos, ni capacita técnica o financieramente a los prestatarios.

El análisis de solvencia de prestatario y “proyecto” lo realiza la comunidad a través del grupo y del centro correspondiente. El promotor no aprueba los créditos, no determina su tamaño, ni sugiere en que invertir.

Fidelización

Sus mecanismos de fidelización incluyen:
1. Pertenencia de cada prestatario a un grupo y centro y otorgamiento de los créditos en forma sucesiva en cada grupo. El crédito no se otorga al segundo prestatario si el primero no está al día en sus obligaciones. Así, el propio interés induce a seleccionar compañeros de grupo y centro responsables, a aprobar proyectos viables y a estar al día en las obligaciones.

2. Créditos subsecuentes de montos crecientes si las obligaciones individuales y de grupo se mantienen al día. De tal modo, el crédito inicial siempre es mínimo.

3. Depósitos de ahorro remunerado, obligatorios en forma regular y eventuales como proporción del crédito recibido.

4. Adquisición de acciones del banco por parte de los prestatarios con sus ahorros.

La elección de dicha metodología no es casual. Metodologías que incluyen análisis detallado de los créditos en términos de solvencia de cliente y proyecto, seguimiento de las operaciones financiadas y capacitación de los prestatarios, son inviables a tasas de interés razonables o requieren subsidios elevados. Al incluirlas, la administración de la operación financiera resulta más cara que el propio crédito.

Por otro lado, si la metodología no incluye mecanismos de fidelización, la probabilidad de cumplimiento oportuno y pleno de las obligaciones de pago se reduce notoriamente. La fidelización adecuada es lo que en últimas garantiza el cumplimiento de las obligaciones.

Tasa de interés
La definición de la tasa de interés tampoco es trivial. Se dice que los pobres pagarían cualquier tasa de interés a fin de acceder a un crédito que les es inalcanzable.

Absurdo, si la tasa supera la rentabilidad de la operación que financia, el crédito se vuelve impagable. Más aún, las actividades económicas de los pobres usualmente se realizan con escaso capital fijo y, por lo tanto, la posibilidad que alcancen tasas de rentabilidad elevadas es reducida porque su productividad es también baja.

Estamos en mora de replicar un esquema similar en beneficio de los pobres del país.

miércoles, 15 de julio de 2009

Frente al presente y al futuro

Publicado en La república de Bogota el 15 julio 2009

César Ferrari


En el primer trimestre de 2009 el PIB colombiano decreció 0.6%, y en el cuarto trimestre del 2008, 1%.


Para el 2009, The Economist prevé para Colombia un decrecimiento de 2%, una desaceleración notable respecto al crecimiento de 2.5% en 2008 y 7.5% en 2007. Pero sin un verdadero plan contra-cíclico, la recesión podría ser mayor y, con ello, el desempleo y el subempleo.


En ese contexto, en primer lugar, parece obvio contar con una reducida tasa de interés del BR. En los últimos meses pasó de 10% a 4.5%. Hay aún margen para seguir reduciéndola. En Perú, por ejemplo, con mejores perspectivas, el banco central acaba de reducirla a 2%.


Se requiere también que el gasto fiscal civil aumente. El problema es cómo financiarlo, pues el fisco no ahorró durante la bonanza. Tendrá que ser con recursos externos o monetarios, pues colocar bonos al sector privado, en momentos de reducción del ingreso, requeriría tasas de interés elevadas que provocarían una mayor contracción del crédito.


Pero el financiamiento externo puede conducir a revaluar la tasa de cambio, como viene ocurriendo. Y una expansión fiscal que no se dé con una tasa de cambio competitiva, es decir elevada y sostenida, ayudará a la recuperación de la economía china pero no de la colombiana pues elevará las importaciones. Para evitar esa revaluación se requerirá, entonces, complementariamente, monetizar ese financiamiento acumulando reservas por parte del BR.


El financiamiento monetario del déficit está condicionado por la posibilidad de respuesta de la oferta a la mayor demanda, sea con mayor uso de capacidad ociosa de producción, expansión de productividad o de esa capacidad. Para ello habrá que hacer competitivo al sector transable. Y para aumentar productividad y capacidad habrá que promover la inversión con rentabilidades adecuadas y tasas de interés reducidas que aumenten sus oportunidades.


Pero si se piensa a más largo plazo, es necesario diseñar y aplicar una política económica anti-cíclica que reduzca la dependencia del país de los ciclos internacionales, es decir menos dependencia de materias primas y de mercados inestables vecinos que dependen de materias primas. Para ello deben retomarse los esfuerzos de industrialización, haciendo competitiva a la industria.


El ejemplo es China. Es menos afectada por las crisis internacionales porque el 95% de sus exportaciones son productos manufacturados cuyos precios internacionales son más estables. Para ello, desde hace más de un decenio mantiene una tasa de cambio muy elevada y estable que otorga a su producción de transables una competitividad notoria. Lo logra acumulando reservas internacionales que a la fecha suman casi dos millones de millones de dólares.


Así, para lograr un futuro promisorio habrá que implementar: 1) una política monetaria que induzca una tasa de cambio real elevada y sostenida, 2) una política fiscal que desarrolle la infraestructura en pro de la competitividad de la producción transable y, particularmente, 3) una regulación que favorezca la competencia en los mercados crediticios y de servicios. Al contrarrestar fallas prominentes en esos mercados, inducirá menores tasas de interés, márgenes de intermediación y precios respectivamente y, con ello, favorecerá la competitividad de los usuarios.


Están en juego la minimización de la crisis y la sostenibilidad del crecimiento, para la superación de la pobreza y la reducción de la inequidad. Hay que afrontarlas.

Perú: crecimiento con convulsión

Publicado en El Espectador de Bogotá el 23 junio 2009

Análisis sobre la realidad inca
Por: César Ferrari


El 5 de junio hubo 34 muertos en Bagua, en el nororiente peruano: 12 indígenas huambisas y huitotos, y 22 policías. Fuentes no oficiales contabilizaron 60 muertos, indígenas en su mayoría. Disparos desde helicópteros y a pie por un lado y heridas de arma blanca sobre policías prisioneros por otro se señalan como los causantes.

La Policía intentaba desbloquear una carretera que comunica el norte de la Amazonia con el resto del país. El bloqueo era parte de una protesta, iniciada en abril de 2009, contra una legislación en favor de la inversión privada, que según los indígenas violaba sus derechos y sus territorios sin otorgarles beneficios mayores. Según varios constitucionalistas, dicha legislación era inconstitucional.

Como desenlace, el gobierno del presidente García, que defendió arduamente tal legislación, se vio obligado a solicitar de urgencia su derogatoria al Congreso, controlado por la mayoría gobiernista. Éste procedió en consecuencia.

Un año antes, el 17 de junio de 2008, luego de varios meses de negociaciones infructuosas, la población de Moquegua bloqueó la carretera Panamericana e incomunicó a su vecino departamento de Tacna, limítrofe con Chile, con el resto del territorio nacional. El descontento de los moqueguanos era ocasionado por lo que consideraban una injusta distribución del canon minero en su contra y en favor de sus vecinos.

Esa vez la multitud desarmó a 60 policías y los encerró por varios días en el estadio de Moquegua. Para evitar una matanza, la Policía no quiso emplear sus armas y los gases lacrimógenos resultaron insuficientes para controlar la convulsión.

Luego de varios días de negociaciones, los moqueguanos levantaron el paro y liberaron a los policías a cambio de mayor canon y más inversiones públicas.
Pero dichos conflictos no son los únicos. Habría que añadirles en los últimos tres años: la paralización del Cusco, un paro agrario que bloqueó las carreteras peruanas y los de mineros, maestros, médicos, docentes universitarios y Poder Judicial.

Paradójicamente, estos conflictos ocurrieron en medio de una bonanza económica. En 2008 Perú creció 9,8% con una inflación de 5,8%. En los últimos cinco años las tasas promedio de crecimiento y de inflación fueron 7,6 y 3%, respectivamente.

¿Por qué con un crecimiento tan acelerado ocurre un cuadro social tan convulsionado?

El gobierno ha insinuado que estas alteraciones del orden son promovidas por agitadores extranjeros. Sin embargo, resulta poco creíble que unos pocos causen semejante situación en todo el país, en diferentes sectores sociales y durante tanto tiempo. De otro lado, es inimaginable que un líder aimara (Evo Morales) condicione el comportamiento de poblaciones amazónicas.

Más razonable sería considerar que el mayor crecimiento económico ha creado en la población grandes expectativas de bienestar y demandas por mayores ingresos. Ante ese crecimiento, entenderían que su pobreza y la iniquidad que la acompaña son inaceptables.

No dejan de tener razón. Según la CEPAL, el 31% de la población peruana urbana y el 69% de la rural son pobres. A su vez, de acuerdo con el World Factbook de la CIA, en 2005 el índice GINI de concentración del ingreso familiar fue 49,8, el 26° peor entre 135 países (Bolivia el 7° y Colombia el 15°).

La convulsión podría agravarse por la desaceleración económica que la crisis mundial está produciendo: la población seguiría con sus expectativas y los recursos para atenderlas serían menores. The Economist estima que en 2009 Perú crecería 1,3%.

En el fondo, lo que la población estaría cuestionando es un crecimiento económico inequitativo. Ocurre así porque deriva principalmente de buenos precios internacionales de las materias primas. Los ingresos externos correspondientes benefician a las empresas que las producen, a las que abastecen a las primeras y al Estado, que recauda mayores impuestos. Éstas tienden a ser poco intensivas en mano de obra.

A su vez, la abundancia de divisas produce una revaluación cambiaria que contribuye a reducir la inflación. Pero dicha revaluación acorta también la competitividad y, por lo tanto, la producción del resto de las actividades productivas. Éstas son las que generalmente emplean mano de obra abundante. De tal modo, gran parte de la población queda fuera de la bonanza.

Pero, probablemente la causa principal de la convulsión peruana reside en la herencia del presidente Fujimori. Su gobierno representa la corrupción más grande y extendida de la historia del país, incluyendo asesinatos y secuestros, muchos como crímenes de Estado. Su régimen comprometió en todo tipo de ilícitos a gran parte de la clase dirigente. Con ello destrozó muchas de las instituciones y organizaciones más importantes del país. Por eso nadie respeta a nadie o a casi nadie.

¿Será sostenible este escenario en el largo plazo? Difícil, tarde o temprano la inversión se paralizaría por cuenta de la incertidumbre. Le toca a Perú lograr un crecimiento con equidad y reconstruir sus instituciones.

lunes, 8 de junio de 2009

¿Inflación o recesión? A propósito de la revaluación cambiaria

César Ferrari, Ph.D.
Publicado en El Espectador 8-6-2009

Entre el 31 de marzo y 4 de junio la tasa de cambio pasó de $2561 a $2073. Tan notoria revaluación ha sorprendido a muchos y preocupado a exportadores y a quienes compiten con importaciones.

Poco se ha aclarado al respecto, salvo declaraciones sobre precios del petróleo, confianza en el país y déficits fiscales en Estados Unidos. Claro que se relacionan con la revaluación. Pero explicar la tasa de cambio colombiana mirando casi exclusivamente otros conceptos y latitudes es cómo explicar los dolores de brazo de un bogotano mirando las arritmias cardiacas de un paisa. Mejor usar una bola de cristal.

Las fluctuaciones del precio del dólar en Colombia tienen que explicarse analizando el mercado cambiario colombiano, es decir los comportamientos de sus demandas y ofertas.

Ciertamente no existe información pública al día de esos comportamientos. No obstante, sí se tienen datos que ayudan a entender sus tendencias.

El DANE anunció hace poco que el saldo comercial de exportaciones menos importaciones del primer trimestre fue negativo en US$11.0 millones.

El último Informe de Estadísticas Monetarias y Cambiarias del Banco de la República señala que hasta el 22 de mayo las reservas internacionales se redujeron en US$476.8 millones. Indica también que hasta fines de marzo los ingresos externos de capital del sector público aumentaron en US$2539.1 mientras que los del sector privado disminuyeron en US$596.9 millones; mejor dicho, esa oferta neta de dólares aumentó en US$2000 millones aproximadamente.

El mismo informe reporta que al 15 de mayo los medios de pago totales (M3) se habían reducido en $788 mil millones y el crédito en $1420 mil millones. Como los dólares se compran con pesos, es obvio que la demanda de dólares por todo concepto tiene que haber disminuido.

En otras palabras, por cuenta de lo anterior es transparente que, últimamente, la oferta de dólares haya venido aumentando y la demanda disminuyendo a pesar del indicado déficit comercial. Así, es obvio que tiene que producirse una revaluación cambiaria.

Pero en la medida que las mayores ofertas de dólares son consecuencia fundamentalmente de decisiones estatales, la pregunta relevante es por qué lo están haciendo.

Controlar la inflación podría ser una razón. La revaluación disminuye los precios de los bienes transables que son mayoría en la canasta de los consumidores. Así, conviene promoverla puesto que la inflación actual se encuentra aún por encima de la meta. Se ha dicho que durante los últimos meses ha sido menor que en 2008. El problema es que dichos datos no son comparables; a partir de enero 2009 el DANE calcula la inflación con un mayor número de ciudades y otra canasta.

Podría pensarse también que las necesidades externas de financiamiento del sector público son inevitables. Lo obliga la escasez de recursos internos por la recesión y la necesidad de mantener el gasto fiscal por lo menos similar al del 2008 a fin de combatir dicha recesión.

El problema es que esta nueva revaluación está produciendo pérdida de competitividad en los productores. De profundizarse, como sucedió en 2008, tarde o temprano resultará insoportable, produciendo quiebra de empresas… en medio de una recesión de origen externo que, paradójicamente, habría ayudado a resolver su problema de competitividad.

Mejor dicho, para visualizar el futuro del dólar habría que conocer el objetivo de la política económica: Inducir revaluación para reducir inflación, como estaría ocurriendo, o, como hacen los chinos, mantener una tasa de cambio competitiva acumulando reservas para evitar mayor recesión y desempleo. ¿Qué les importará más, inflación reducida o recesión profunda?

martes, 19 de mayo de 2009

¿El fracaso de los economistas?

Publicado en La República de Bogotá, 19 mayo 2009
César Ferrari, Ph.D.

Esta crisis mundial, la peor desde la Gran Depresión, no apareció del aire.

Tampoco es un nuevo ciclo económico natural resultante de cambios en productividades o rentabilidades sectoriales que inducen inversiones en sectores con relaciones factoriales distintas y que, por tanto, crecen a ritmos diferentes. Esta crisis, originada en Estados Unidos, es consecuencia de errores de su política económica.

La política monetaria fue sumamente volátil. Entre enero-noviembre 2001 la Reserva Federal redujo su tasa de interés de 6% a 1.75% y a 1% en 2003, para aumentar el consumo sin consideración por el ahorro doméstico. Entre 2005-2006 la elevó hasta 5.25% para reducir la inflación sin éxito, sin consideración por el ingreso de prestatarios y productores. Entre 2007 y 2009 la disminuyó hasta 0% para evitar la depresión.

La política fiscal redujo los impuestos a los mayores ingresos y el gasto civil, y aumentó el gasto militar, generando una enorme inequidad y un déficit fiscal gigantesco que entorpece hoy la solución de la crisis. Así mismo, subsidió los biocombustibles, lo que redujo la producción de alimentos mientras su demanda aumentaba, lo que provocó el incremento de sus precios. Sumado al de combustibles y metales y al de las tasas de interés hizo inviable el pago de las hipotecas, lo que derrumbó los derivados financieros de las mismas, y la liquidez y solvencia de los bancos.

La política reguladora, en un contexto de información asimétrica, evitó normar los bancos de inversión y dichos derivados financieros; se pregonaban mercados libres y autorregulación. Tampoco reguló las calificadoras de riesgo, con evidentes conflictos de interés en la calificación de derivados emitidos por bancos que la pagaban.

Esa política expresaba la dominación neo-conservadora (neo-liberal en Latinoamérica) iniciada con Margaret Thatcher (1979) y Ronald Reagan (1981). Se justificaron con las teorías monetaristas, de la “nueva economía clásica” y del libre mercado; gracias a dicha dominación preeminentes en las escuelas estadounidenses y europeas y, por extensión, en todo el mundo.

Falló porque esas teorías y sus modelos son formalmente elegantes y matemáticamente complejos pero desarraigados de la realidad, buenos solo para auto explicarse. Son visiones agregadas y abstractas que ignoran la existencia de mercados diversos, sus interrelaciones y sus fallas (precios opacos, fidelización forzosa de consumidores a proveedores, monopolios naturales).

Milton Friedman se encargó de justificarlos. No le importaban los supuestos de los modelos, le importaba que pudieran predecir los comportamientos económicos. Según Tjalling Koopmans, otro Premio Nobel: “Uno sólo puede sentirse incómodo con tanta ingenuidad”.

Es claro, ahora, que fueron elaborados para racionalizar y justificar la exclusión del Estado en la economía y la inutilidad de la política económica. Lo cierto es que si los gobiernos no estuvieran interviniendo, la crisis sería mucho más profunda.

Esa política puede cuestionarse también a partir de teorías convenientemente olvidadas. El Teorema del Segundo Mejor demuestra que la eliminación de algunas fallas de mercado manteniendo otras, puede alejar a la economía del óptimo antes que acercarla. Así, lograr ese mayor acercamiento requiere introducir distorsiones que compensen las no eliminadas.

Por todo ello, sus creyentes fueron incapaces de prever y analizar la crisis actual y menos proponer soluciones. Mejor dicho, los que fallaron fueron los políticos y economistas que creyeron, propagaron y aplicaron tales teorías cual religión, allá y acá. Toca superarlos.