César Ferrari, Ph.D.
Publicado en El Espectador 8-6-2009
Entre el 31 de marzo y 4 de junio la tasa de cambio pasó de $2561 a $2073. Tan notoria revaluación ha sorprendido a muchos y preocupado a exportadores y a quienes compiten con importaciones.
Poco se ha aclarado al respecto, salvo declaraciones sobre precios del petróleo, confianza en el país y déficits fiscales en Estados Unidos. Claro que se relacionan con la revaluación. Pero explicar la tasa de cambio colombiana mirando casi exclusivamente otros conceptos y latitudes es cómo explicar los dolores de brazo de un bogotano mirando las arritmias cardiacas de un paisa. Mejor usar una bola de cristal.
Las fluctuaciones del precio del dólar en Colombia tienen que explicarse analizando el mercado cambiario colombiano, es decir los comportamientos de sus demandas y ofertas.
Ciertamente no existe información pública al día de esos comportamientos. No obstante, sí se tienen datos que ayudan a entender sus tendencias.
El DANE anunció hace poco que el saldo comercial de exportaciones menos importaciones del primer trimestre fue negativo en US$11.0 millones.
El último Informe de Estadísticas Monetarias y Cambiarias del Banco de la República señala que hasta el 22 de mayo las reservas internacionales se redujeron en US$476.8 millones. Indica también que hasta fines de marzo los ingresos externos de capital del sector público aumentaron en US$2539.1 mientras que los del sector privado disminuyeron en US$596.9 millones; mejor dicho, esa oferta neta de dólares aumentó en US$2000 millones aproximadamente.
El mismo informe reporta que al 15 de mayo los medios de pago totales (M3) se habían reducido en $788 mil millones y el crédito en $1420 mil millones. Como los dólares se compran con pesos, es obvio que la demanda de dólares por todo concepto tiene que haber disminuido.
En otras palabras, por cuenta de lo anterior es transparente que, últimamente, la oferta de dólares haya venido aumentando y la demanda disminuyendo a pesar del indicado déficit comercial. Así, es obvio que tiene que producirse una revaluación cambiaria.
Pero en la medida que las mayores ofertas de dólares son consecuencia fundamentalmente de decisiones estatales, la pregunta relevante es por qué lo están haciendo.
Controlar la inflación podría ser una razón. La revaluación disminuye los precios de los bienes transables que son mayoría en la canasta de los consumidores. Así, conviene promoverla puesto que la inflación actual se encuentra aún por encima de la meta. Se ha dicho que durante los últimos meses ha sido menor que en 2008. El problema es que dichos datos no son comparables; a partir de enero 2009 el DANE calcula la inflación con un mayor número de ciudades y otra canasta.
Podría pensarse también que las necesidades externas de financiamiento del sector público son inevitables. Lo obliga la escasez de recursos internos por la recesión y la necesidad de mantener el gasto fiscal por lo menos similar al del 2008 a fin de combatir dicha recesión.
El problema es que esta nueva revaluación está produciendo pérdida de competitividad en los productores. De profundizarse, como sucedió en 2008, tarde o temprano resultará insoportable, produciendo quiebra de empresas… en medio de una recesión de origen externo que, paradójicamente, habría ayudado a resolver su problema de competitividad.
Mejor dicho, para visualizar el futuro del dólar habría que conocer el objetivo de la política económica: Inducir revaluación para reducir inflación, como estaría ocurriendo, o, como hacen los chinos, mantener una tasa de cambio competitiva acumulando reservas para evitar mayor recesión y desempleo. ¿Qué les importará más, inflación reducida o recesión profunda?
Publicado en El Espectador 8-6-2009
Entre el 31 de marzo y 4 de junio la tasa de cambio pasó de $2561 a $2073. Tan notoria revaluación ha sorprendido a muchos y preocupado a exportadores y a quienes compiten con importaciones.
Poco se ha aclarado al respecto, salvo declaraciones sobre precios del petróleo, confianza en el país y déficits fiscales en Estados Unidos. Claro que se relacionan con la revaluación. Pero explicar la tasa de cambio colombiana mirando casi exclusivamente otros conceptos y latitudes es cómo explicar los dolores de brazo de un bogotano mirando las arritmias cardiacas de un paisa. Mejor usar una bola de cristal.
Las fluctuaciones del precio del dólar en Colombia tienen que explicarse analizando el mercado cambiario colombiano, es decir los comportamientos de sus demandas y ofertas.
Ciertamente no existe información pública al día de esos comportamientos. No obstante, sí se tienen datos que ayudan a entender sus tendencias.
El DANE anunció hace poco que el saldo comercial de exportaciones menos importaciones del primer trimestre fue negativo en US$11.0 millones.
El último Informe de Estadísticas Monetarias y Cambiarias del Banco de la República señala que hasta el 22 de mayo las reservas internacionales se redujeron en US$476.8 millones. Indica también que hasta fines de marzo los ingresos externos de capital del sector público aumentaron en US$2539.1 mientras que los del sector privado disminuyeron en US$596.9 millones; mejor dicho, esa oferta neta de dólares aumentó en US$2000 millones aproximadamente.
El mismo informe reporta que al 15 de mayo los medios de pago totales (M3) se habían reducido en $788 mil millones y el crédito en $1420 mil millones. Como los dólares se compran con pesos, es obvio que la demanda de dólares por todo concepto tiene que haber disminuido.
En otras palabras, por cuenta de lo anterior es transparente que, últimamente, la oferta de dólares haya venido aumentando y la demanda disminuyendo a pesar del indicado déficit comercial. Así, es obvio que tiene que producirse una revaluación cambiaria.
Pero en la medida que las mayores ofertas de dólares son consecuencia fundamentalmente de decisiones estatales, la pregunta relevante es por qué lo están haciendo.
Controlar la inflación podría ser una razón. La revaluación disminuye los precios de los bienes transables que son mayoría en la canasta de los consumidores. Así, conviene promoverla puesto que la inflación actual se encuentra aún por encima de la meta. Se ha dicho que durante los últimos meses ha sido menor que en 2008. El problema es que dichos datos no son comparables; a partir de enero 2009 el DANE calcula la inflación con un mayor número de ciudades y otra canasta.
Podría pensarse también que las necesidades externas de financiamiento del sector público son inevitables. Lo obliga la escasez de recursos internos por la recesión y la necesidad de mantener el gasto fiscal por lo menos similar al del 2008 a fin de combatir dicha recesión.
El problema es que esta nueva revaluación está produciendo pérdida de competitividad en los productores. De profundizarse, como sucedió en 2008, tarde o temprano resultará insoportable, produciendo quiebra de empresas… en medio de una recesión de origen externo que, paradójicamente, habría ayudado a resolver su problema de competitividad.
Mejor dicho, para visualizar el futuro del dólar habría que conocer el objetivo de la política económica: Inducir revaluación para reducir inflación, como estaría ocurriendo, o, como hacen los chinos, mantener una tasa de cambio competitiva acumulando reservas para evitar mayor recesión y desempleo. ¿Qué les importará más, inflación reducida o recesión profunda?