Publicado en La República de Bogota, 18 marzo 2009
César Ferrari Ph.D., Profesor Pontificia Universidad Javeriana
El arribo de la crisis internacional es inevitable. Se requiere minimizar sus efectos. Para ello es necesario poner en vigencia, rápidamente, medidas regulatorias, fiscales y monetarias contra-cíclicas.
Primero, parece obvio reducir la tasa de interés del banco central. Hay margen para ello. Una tasa elevada se traslada a las tasas comerciales que, con inflaciones relativamente bajas aún, reducen las oportunidades de inversión y, por tanto, la expansión de capacidad productiva y productividad.
Se requiere también disminuir impuestos y cuasi impuestos. Es menos eficaz que incrementar el gasto, pero medidas como aumentar impuestos prediales, mantener precios excesivos de gasolina y extender pico y placa, deben eliminarse porque disminuyen el ingreso familiar cuando es preciso expandir la demanda.
Se requiere sobre todo aumentar el gasto fiscal civil. Este es el único elemento autónomo que forma parte de la demanda en los mercados y que puede sustituir menores ingresos externos con internos. Si mejora la infraestructura económica, favorece la productividad y el desarrollo de los mercados.
Además, debe incluir incentivos a las empresas, no por sectores sino para aquellas nuevas o en desarrollo, para estimularlas a crecer rápidamente y así compensar el desempleo por las que cerrarán irremediablemente.
El financiamiento del déficit fiscal tendrá que ser externo o monetario. Colocar bonos al sector privado nacional disminuye su demanda y, en tiempos de reducción generalizada del ingreso, requeriría tasas de interés elevadas que contraerían el crédito más aún.
El financiamiento monetario está condicionado por la capacidad de respuesta de la oferta a la mayor demanda, usando capacidad de producción ociosa (hasta tres turnos) o con expansión de esa capacidad o de la productividad con más inversión.
También es urgente una regulación que promueva la competencia en los mercados crediticios y de servicios, para reducir tasas de interés, márgenes de intermediación y precios, respectivamente. Para ello debe contrarrestar fallas en esos mercados: asimetrías de información, opacidad en precios y fidelizaciones forzosas derivadas de prohibiciones para pre-pagar deudas o cambiar de proveedores antes de cierto tiempo.
Esta regulación es crucial. Una expansión fiscal y monetaria que se dé en un contexto de productores poco competitivos no generará ni empleo ni ingresos nacionales. Se resolverá, principalmente, con importaciones porque la producción nacional no puede competir satisfactoriamente con la internacional. Más aún, dadas las limitaciones de financiamiento externo, tales mayores importaciones agudizarán el déficit externo que se resolverá con más recesión y devaluación.
La competitividad tiene que ver, necesariamente, con tasas de interés y tipos de cambio competitivos. No es posible competir internacionalmente pagando tasas de interés de 30%, mientras la inflación es aún reducida y la tasa mundial es del orden de 8%. Tiene menos que ver con salarios y parafiscales; de hecho los salarios brutos y netos en Bogotá son menores que en Shangai.
Ciertamente, esas tasas de interés no son consecuencia sólo de fallas de mercado sino también de una política monetaria contractiva orientada exclusivamente a controlar inflación. Los medios de pago (M3) son tan reducidos con relación al PIB, que los agentes tienen pocos fondos para depositarlos en los bancos que, a su vez, cuentan con pocos recursos para otorgar créditos. Como consecuencia, las tasas son elevadas y la relación crédito-PIB muy baja.
Hay tiempo aún…, pero no por mucho.
César Ferrari Ph.D., Profesor Pontificia Universidad Javeriana
El arribo de la crisis internacional es inevitable. Se requiere minimizar sus efectos. Para ello es necesario poner en vigencia, rápidamente, medidas regulatorias, fiscales y monetarias contra-cíclicas.
Primero, parece obvio reducir la tasa de interés del banco central. Hay margen para ello. Una tasa elevada se traslada a las tasas comerciales que, con inflaciones relativamente bajas aún, reducen las oportunidades de inversión y, por tanto, la expansión de capacidad productiva y productividad.
Se requiere también disminuir impuestos y cuasi impuestos. Es menos eficaz que incrementar el gasto, pero medidas como aumentar impuestos prediales, mantener precios excesivos de gasolina y extender pico y placa, deben eliminarse porque disminuyen el ingreso familiar cuando es preciso expandir la demanda.
Se requiere sobre todo aumentar el gasto fiscal civil. Este es el único elemento autónomo que forma parte de la demanda en los mercados y que puede sustituir menores ingresos externos con internos. Si mejora la infraestructura económica, favorece la productividad y el desarrollo de los mercados.
Además, debe incluir incentivos a las empresas, no por sectores sino para aquellas nuevas o en desarrollo, para estimularlas a crecer rápidamente y así compensar el desempleo por las que cerrarán irremediablemente.
El financiamiento del déficit fiscal tendrá que ser externo o monetario. Colocar bonos al sector privado nacional disminuye su demanda y, en tiempos de reducción generalizada del ingreso, requeriría tasas de interés elevadas que contraerían el crédito más aún.
El financiamiento monetario está condicionado por la capacidad de respuesta de la oferta a la mayor demanda, usando capacidad de producción ociosa (hasta tres turnos) o con expansión de esa capacidad o de la productividad con más inversión.
También es urgente una regulación que promueva la competencia en los mercados crediticios y de servicios, para reducir tasas de interés, márgenes de intermediación y precios, respectivamente. Para ello debe contrarrestar fallas en esos mercados: asimetrías de información, opacidad en precios y fidelizaciones forzosas derivadas de prohibiciones para pre-pagar deudas o cambiar de proveedores antes de cierto tiempo.
Esta regulación es crucial. Una expansión fiscal y monetaria que se dé en un contexto de productores poco competitivos no generará ni empleo ni ingresos nacionales. Se resolverá, principalmente, con importaciones porque la producción nacional no puede competir satisfactoriamente con la internacional. Más aún, dadas las limitaciones de financiamiento externo, tales mayores importaciones agudizarán el déficit externo que se resolverá con más recesión y devaluación.
La competitividad tiene que ver, necesariamente, con tasas de interés y tipos de cambio competitivos. No es posible competir internacionalmente pagando tasas de interés de 30%, mientras la inflación es aún reducida y la tasa mundial es del orden de 8%. Tiene menos que ver con salarios y parafiscales; de hecho los salarios brutos y netos en Bogotá son menores que en Shangai.
Ciertamente, esas tasas de interés no son consecuencia sólo de fallas de mercado sino también de una política monetaria contractiva orientada exclusivamente a controlar inflación. Los medios de pago (M3) son tan reducidos con relación al PIB, que los agentes tienen pocos fondos para depositarlos en los bancos que, a su vez, cuentan con pocos recursos para otorgar créditos. Como consecuencia, las tasas son elevadas y la relación crédito-PIB muy baja.
Hay tiempo aún…, pero no por mucho.