lunes, 10 de agosto de 2009

Colombia: Llego la recesión, se esperan las respuestas

Por: César Ferrari, Ph.d.

Publicado en Razón Pública, Bogota 9 agosto 2009

Ahora es oficial

Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) la economía colombiana sufrió una contracción durante el primer trimestre de 2009, cuando el PIB disminuyó en un 0.6%. Simultáneamente el DANE revisó a la baja la tasa de crecimiento durante del cuarto trimestre del año pasado: -1%.

Para 2009, el Fondo Monetario Internacional prevé para Colombia una tasa de -0.3% y la revista The Economist anticipa una caída del 1.2% en el PIB. De cumplirse estas proyecciones, estaremos ante una recesión significativa en términos anuales, que contrasta con el crecimiento del PIB de 2.5% en 2008 y de 7.5% en 2007.

Las etapas del ciclo económico: “stop and go” nuevamente

Sin duda se acabaron por ahora las buenas épocas, por lo menos las que se vieron hasta el 2007, logradas en su mayor parte gracias a elevados precios internacionales de materias primas, mayores remesas y elevados flujos de capitales. ¿Sorpresa? Ninguna. Era previsible, considerando la inestabilidad de dichos precios y la crisis mundial. Ese crecimiento acelerado y esa parada súbita no dejan de ser dos etapas más del conocido “stop and go” (parada y arranque) de las economías latinoamericanas, sujetas a los vaivenes de los ciclos internacionales por su dependencia de las materias primas, así:


- (1) El auge

A partir del 2004, con el ciclo internacional en auge, la demanda y los precios internacionales de los commodities aumentaron, al igual que las remesas. Y con las tasas de interés elevadas en dichos años y las privatizaciones de empresas estatales, los capitales fluyeron hacia el país. Los mayores ingresos correspondientes los percibieron propietarios, directivos y trabajadores productores de esas materias primas, y luego los que vendían bienes y servicios a los primeros (construcción, servicios personales, bienes de lujo).


Tal expansión del ingreso se tradujo en crecimiento económico y disminución de la pobreza, aunque no en reducción de la inequidad en la distribución del ingreso. De hecho, en un listado de 135 países publicado en el World Factbook de la CIA, Colombia ocupaba el puesto número 120 por su mala distribución del ingreso según el índice GINI, después de Chile (puesto 121) Brasil (125) y Bolivia (128) para mencionar a los países latinoamericanos más importantes y peor ubicados.

- (2) El mecanismo de ajuste

Los mayores ingresos externos implicaron también mayor oferta de divisas, lo cual revaluó la tasa de cambio. Como la revaluación compensó en parte el aumento de los precios internacionales de alimentos, combustibles y metales, las autoridades monetarias hicieron poco para evitarla pues reducía la inflación.

La revaluación acumulada llegó a ser tan significativa que la correspondiente pérdida de competitividad cambiaria hizo que gran parte de la producción de bienes y servicios transables, al no ser beneficiaria de los precios internacionales elevados, dejara de ser competitiva: flores, textiles, electrodomésticos, metalmecánica, confecciones, calzado, etcétera. Así, las importaciones aumentaron más rápidamente que las exportaciones.


- (3) La contracción

A la revaluación inicial vino a sumarse el desarrollo pleno de la crisis mundial y la correspondiente caída de la demanda de los commodities y de sus precios internacionales, lo cual significó una reducción importante en el valor de las exportaciones colombianas. De esta manera la economía colombiana se desaceleró sostenidamente, pasando de un crecimiento de 4.1% en el primer trimestre de 2008, a 3.9% en el segundo, 2.9% en el tercero y a -1% en el cuarto.


Una caída de los ingresos externos implica una caída de los ingresos internos aún mayor (por el llamado “efecto multiplicador” de los primeros). Así, finalmente, como era de esperar, a la desaceleración generada por mano monetaria propia, vía revaluación, le siguió la recesión por mano externa. Estos dos factores se tradujeron en la ya mencionada sucesión de dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo. El gráfico adjunto muestra con claridad la desaceleración sostenida tanto del PIB colombiano como del consumo de los hogares; al primer trimestre de 2009 dicho consumo representaba 66% del primero.


El Gobierno estima que para 2009 los menores ingresos externos serán del orden de US$ 10 mil millones, una cantidad importante que representa aproximadamente el 16.2% del total del ingresos de divisas por todo concepto (principalmente por exportaciones, remesas e ingresos de capitales) en 2008… y la cifra puede ser mucho mayor.

Los impactos de la recesión: desempleo y devaluación


La recesión tiene evidentes efectos negativos sobre el mercado de trabajo. A mayo de 2009 el desempleo y el subempleo, que es una manera de buscar ingresos aunque sea en ocupaciones y condiciones inadecuadas, afectaba a 11.2 millones de colombianos sobre un total de 21 millones de personas económicamente activas (PEA) y de 34.1 millones de personas en edad de trabajar. Según avances del informe para el mes de junio, la tasa de desempleo afecta al 11.4% de la PEA urbana.

Por su parte, la caída de los ingresos externos se tradujo, en principio, en una devaluación cambiaria sostenida y una tendencia creciente a una inflación elevada. En efecto, entre el 16 junio de 2008, cuando se dio la tasa de cambio más baja de $1.652,41 por dólar, y el 31 de marzo 2009, cuando alcanzó su máximo valor de $2.561,21 por dólar, la tasa de cambio se devaluó 55%.

El “misterio” de la revaluación

Sin embargo, más adelante, esos menores flujos de divisas fueron compensados con otro tipo de ingresos externos produciendo el efecto contrario. Así, hasta el 24 de julio de 2009 la tasa de cambio se había revaluado en 23,8%, al situarse en 1.953,12 pesos por dólar.

Las razones de la nueva revaluación no vienen ciertamente por el lado comercial y de servicios. Durante el primer trimestre de 2009 la cuenta corriente (comercio y servicios) de la balanza de pagos fue de US$ -976 millones. Hasta mayo de 2009, la cuenta cambiaria corriente consolidada (doméstica más de compensación) era de US$ -1,316 millones, y hasta el 10 de julio de 2009 la cuenta corriente cambiaria doméstica (excluyendo la cuenta de compensación) era de US$ -2,618 millones. Es decir, esos déficits tendrían que estar produciendo devaluación. ¿Entonces cómo se explica la revaluación? Por dos razones:

- (1) Por la contracción monetaria

La nueva revaluación está relacionada fundamentalmente, en primer lugar, con la pérdida de reservas internacionales del Banco de la República que en lo corrido del año al 17 de julio fueron de US$ 248,5 millones.

Ciertamente, ese comportamiento del banco central se tradujo en una reducción de la liquidez de la economía. Así, en lo corrido del año, hasta el 10 de julio de 2009, los medios de pago (efectivo más depósitos en cuentas corrientes- M3) se había reducido en $5,372 mil millones y el crédito en $37 mil millones. Tal sería, en realidad una manera de frenar las importaciones y, por cierto, de inducir una reducción de la inflación vía revaluación.

- (2) Por el financiamiento del déficit fiscal

La segunda razón de la revaluación se encuentra en el déficit fiscal y su financiamiento mediante deuda externa. Este financiamiento produjo un ingreso de divisas de US$ 2.539,1 millones durante el primer trimestre, mientras que al mismo tiempo el sector privado sacaba del país US$ 596,9 millones, generando un exceso de divisas con las consecuencias anotadas.

Sucede que por cuenta de la recesión económica, en 2009 el déficit del gobierno central sería de $ 18,8 billones, 3.7% del PIB. Compensado en parte por un superávit de las empresas públicas de $ 7,2 billones (2,4% del PIB), y agravado por los costos de la reestructuración financiera originada en la crisis bancaria de 1999 (subsistente de $ 1 billón) el déficit consolidado del sector público sería de $ 11,8 billones, equivalentes a 2.4% del PIB.

Agrandando el hueco

En el 2010 la situación fiscal podría ser más grave. Las proyecciones gubernamentales prevén un déficit del gobierno central de $ 23,4 billones, equivalente a 4,3% del PIB, y un déficit fiscal consolidado de $ 18,4 billones, ó un 3,4% del PIB.

La revaluación podría profundizarse, considerando que el déficit en 2009, según las cuentas oficiales, sería financiado en gran medida con recursos externos por US$ 4,650 millones. Descontando amortizaciones e intereses de deuda, el ingreso neto de divisas resultante sería de US$ 1,500 millones. Si a ese ingreso de divisas se le añade una reducción de reservas del Banco de la República, las presiones para la revaluación cambiaria son evidentes.

El problema de la competitividad del sector transable

Pero el problema fundamental de la economía tampoco es ese déficit y ese financiamiento. Lo es la pérdida de competitividad que la revaluación genera para el sector productivo transable internacionalmente, es decir tanto el que produce para exportar como el que compite con las importaciones, mejor dicho para la totalidad de la economía colombiana excluidos los servicios no comercializados internacionalmente.

En otras palabras, mientras que el sector público intentaría mantener su gasto para reducir la recesión, la manera de financiarlo induciría pérdida de competitividad y, por tanto, recesión en el sector privado.


Otra sería la perspectiva si durante la abundancia que duró hasta el 2007, se hubieran ahorrado recursos para ser usados en la actual escasez. No fue así. También sería distinta la situación si el Banco de la República hubiera acumulado reservas en vez de disminuirlas; así habría evitado la revaluación cambiaria y las mencionadas reducciones de la liquidez y del crédito.

Un manejo equivocado de la crisis


La transmisión de la crisis mundial es inevitable. Pero sus efectos deben minimizarse. Para ello es necesario crear ingreso interno y la manera más inmediata de hacerlo es a través del gasto fiscal porque es el único componente autónomo de la demanda. Los gastos de las familias, empresas e inversión dependen de los ingresos y estos, en recesión, caen.

Pero las autoridades económicas colombianas en lugar de aumentar el gasto fiscal y reducir los impuestos para estimular la demanda, como se está haciendo en casi todo el mundo, basan su programa anti-crisis en otorgar nuevas líneas de créditos para automóviles y electrodomésticos, más subsidios para vivienda y aumento de impuestos.

El paquete fiscal que presentaron hace unos meses por $55 billones no fue creíble: $32 billones eran inversión privada, en parte descartada por la propia crisis, y el resto correspondía a proyectos antiguos ya presupuestados o por realizar en los próximos años.

Es muy difícil que créditos y subsidios aumenten en el contexto de la recesión. El crédito depende de su disponibilidad y de tasas de interés que aún son altas pero, particularmente, de los ingresos. Los subsidios requieren que los interesados tengan ingresos adecuados para respaldar el crédito complementario. Pero la recesión produce caída de ingresos.


Más aún, en plena crisis, las autoridades han decidido aumentar los impuestos territoriales y mantener altos los precios administrados de los combustibles en relación con los precios internacionales. En ese contexto, ello equivale, simplemente, a reducir la competitividad productiva y a disminuir la demanda interna; es decir echar más leña al fuego de la recesión.

Cambio de las políticas monetaria y fiscal: política contra-cíclica


Colombia debería adoptar, cuanto antes mejor, una política económica contra-cíclica que atenúe los efectos de la crisis mundial, sobre todo sobre las poblaciones de bajos ingresos, que son las más afectadas.

Afrontar esa urgencia exige medidas fiscales y monetarias. En primer lugar, parece obvio reducir la tasa de interés del banco central. La misma ha sido reducida en los últimos meses de 10% a 4,5%. Por cierto, queda poco margen para seguir reduciéndola. Pero es posible hacerlo, como han hecho otros bancos centrales latinoamericanos con economías en mejor situación: el banco peruano ha reducido su tasa a 2% y el chileno a 0.5%.

También se requiere que el gasto fiscal civil no disminuya, sino que aumente. Será mejor si mejora la infraestructura económica -carreteras, puertos y aeropuertos- y favorece el aumento de la productividad y el desarrollo de los mercados. El financiamiento del gasto tendrá que ser externo o monetario; colocar bonos al sector privado nacional en momentos de reducción generalizada del ingreso requerirá tasas de interés elevadas que provocarán una mayor contracción del mercado crediticio.

El crédito externo, como indicado, puede conducir a la revaluación cambiaria. Sin duda una expansión fiscal que no se dé en el contexto de una tasa de cambio competitiva, es decir elevada y sostenida, se traducirá en presiones negativas sobre el sector comercial externo y, ciertamente, en una ayuda a la recuperación de la economía china, pero no de la colombiana. Para evitar esa revaluación se requerirá, entonces, complementariamente, la monetización del financiamiento externo del déficit fiscal con cargo a una acumulación de reservas por parte del banco central.

Ciertamente, el financiamiento monetario del déficit está condicionado por la capacidad de respuesta de la oferta a la mayor demanda agregada, bien sea por mayor uso de la capacidad ociosa, incluso hasta tres turnos, por la expansión de la productividad o de la capacidad de producción. En esto último es esencial el aumento de la inversión y ello depende de rentabilidades adecuadas y de tasas de interés bajas que aumenten las oportunidades de inversión y la competitividad del sector transable.

Lo que se requiere: un plan anti-cíclico

Pero, además, Colombia, así como casi todos los demás países latinoamericanos, tendrá que diseñar y aplicar una política económica anti-cíclica de mayor horizonte que la haga menos dependiente de los ciclos internacionales. Para superar esa dependencia de las materias primas tendrá que restablecer sus esfuerzos de industrialización.

El ejemplo es China. Es menos afectada por las crisis internacionales porque el 95% de sus exportaciones corresponde a productos manufacturados, cuyos precios internacionales son más estables. Para ello, desde hace más de un decenio mantiene una tasa de cambio muy elevada y relativamente estable que junto a tasas de interés crediticio reducidas otorgan a su producción de transables una competitividad notoria. La logra acumulando a la fecha casi dos millones de millones de dólares en reservas internacionales, que en la crisis actual le permite financiar sin dificultad sus esfuerzos contra-cíclicos.


Por ello, asegurar el desarrollo futuro dependerá, en gran medida, de una política monetaria que induzca una tasa de cambio real elevada y sostenida, de una política fiscal que desarrolle la infraestructura en pro de la competitividad de la producción transable y, particularmente, de una regulación que favorezca la competencia en los mercados crediticios y de servicios. Al contrarrestar las fallas de esos mercados, debe inducir la reducción de las tasas de interés, por tanto los márgenes de intermediación, y los precios respectivos. La falta de tal regulación es la que, en gran medida, ha permitido generar rentas no competitivas en dichos sectores que atentan contra la competitividad del sector real y transable de la economía.

En otras palabras: no sólo está en juego la recuperación actual. Están en juego la sostenibilidad del crecimiento, la superación de la pobreza y la reducción de la inequidad.

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