César Ferrari, Ph.D.
(Publicado en el Diario Portafolio, Bogotá, Febrero 4 de 2015)
Lo que suceda este año no depende solo de los precios del petróleo sino de lo que el Gobierno haga. Algunas certezas: 1) El petrolero seguirá barato y la tasa de cambio alta; 2) La reforma tributaria castigará la inversión, el crecimiento y a las empresas, pero favorecerá el consumo de sus dueños.
Entre junio y diciembre de 2014 el precio del petróleo (WTI) se redujo 43%, al bajar de US$ 105,24 a 59,10 por barril. El 27 de enero del 2015 se cotizaba a US$ 45,57.
Tal caída no debería sorprender: La demanda petrolera mundial se redujo, en gran medida, porque la economía estadounidense aún no se dinamiza plenamente y sus importaciones petroleras se contrajeron 4,3% entre 2013 y 2014, de 2.821 millones de barriles anuales a 2699 millones, y 19.7% entre 2010 y 2014. Esto último, en gran parte, porque su producción petrolera aumentó notoriamente: 13,6% entre 2013 y 2014, de 2720 millones de barriles anuales a 3089, y 54,4% entre 2010 y 2014.
La demanda petrolera cayó también porque Europa está en recesión y la economía china se habría desacelerado en 2014 a un inusual 7,3% y en 2015 se desaceleraría a 7%: si sus principales socios comerciales no compran más, no tiene para qué producir más.
El precio petrolero es importante para las empresas petroleras y el fisco colombiano: su disminución reduce las utilidades de las primeras, y para el fisco la recaudación del impuesto a la renta, las regalías petroleras y los dividendos pagados por Ecopetrol.
Los menores ingresos fiscales significan un aumento del déficit fiscal, y si no logran reemplazarse obligarán a reducir el gasto dado el mandato legal de equilibrio fiscal. Lo cual quiere decir menor demanda interna; a menos que el Gobierno cambie de política y asuma mayor endeudamiento.
Pero el déficit venía de atrás. Para reducirlo, el Gobierno logró aprobar la reforma tributaria del 2014 que elevó el impuesto a la renta para las empresas a niveles muy superiores a los internacionales y dejó a sus dueños libres de pagar impuestos sobre sus dividendos y una tasa reducida sobre sus herencias y ganancias de capital; como señala la Ocde.
Las exportaciones petroleras son la principal fuente comercial de divisas en Colombia. Su reducción induce devaluación cambiaria que, a su vez, induce a las empresas endeudadas externamente a adelantar el pago de sus deudas y a evitar esa fuente de financiamiento; lo que aumenta la demanda de divisas, reduce su oferta y, consecuentemente, induce mayor devaluación.
Entre junio y diciembre del 2014 la tasa de cambio se devaluó 24,16%: pasó de 1.888.1 pesos por dólar a 2.344.2.
La devaluación aumenta el valor en pesos de la deuda pública externa, su servicio, el déficit fiscal y… la preocupación gubernamental. La devaluación hace también más atractivo invertir en dólares, lo que contrae la demanda de papeles financieros y, en, consecuencia, la bolsa: Entre el 3 de septiembre del 2014, cuando logró su valor más elevado, y el 27 de enero 2015, el índice de la bolsa colombiana se desvalorizó 20%.
Pero, la devaluación se traduce también en mayores precios domésticos de los bienes importables y exportables que no experimentan reducciones en sus precios internacionales. Por lo tanto, beneficia a los productores de bienes y servicios que exportan y compiten con importaciones; es decir a la mayor parte de la economía.
La devaluación podría generar mayor inflación si no se compensa, por ejemplo, con una reducción de las tasas de interés; difícil, porque la competencia imperfecta es la norma en los mercados de crédito colombianos, en particular en el de consumo que, según el Banco de la República funciona casi como un cartel.
Por cierto, si los menores precios petroleros se trasladan a los consumidores, las presiones inflacionarias se reducirán, particularmente en transportes y energía. Si se trasladan a los productores, sus costos energéticos, parte importante de sus costos, se reducirán, consecuentemente, aumentarán su competitividad. Sin embargo,el Gobierno no lo ha hecho, aduciendo una norma que podría y debería cambiar, aunque le signifique elevar su déficit.
Mejor dicho, lo que suceda en 2015 no depende solo de los precios internacionales sino de lo que haga el Gobierno. Algunas certezas hay: 1) El precio petrolero se mantendrá reducido, la tasa de cambio elevada y el índice de la bolsa reducido; 2) La reforma tributaria castigará la inversión, el crecimiento y el futuro de las empresas, a cambio de favorecer el consumo de sus dueños.
Otras son las incertidumbres: 1) Si el Banco de la República decide que la devaluación produce inflación excesiva, aumentará su tasa de interés que se trasladará a las tasas comerciales, reducirá el crédito y la demanda doméstica, aumentará los costos de las empresas y desacelerará a la economía; 2) Si el Gobierno financia su déficit externamente, las divisas que importe revaluarán la tasa de cambio, revertirán la competitividad lograda y la economía se desacelerará, como en 2009; 3) Si los menores precios petroleros no se trasladan a consumidores y empresas, no se traducirán en menores costos ni incrementarán la competitividad de las empresas, y la economía se desacelerará.
Mejor dicho…
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