Publicado en El Espectador de Bogotá el 23 junio 2009
Análisis sobre la realidad inca
Por: César Ferrari
El 5 de junio hubo 34 muertos en Bagua, en el nororiente peruano: 12 indígenas huambisas y huitotos, y 22 policías. Fuentes no oficiales contabilizaron 60 muertos, indígenas en su mayoría. Disparos desde helicópteros y a pie por un lado y heridas de arma blanca sobre policías prisioneros por otro se señalan como los causantes.
La Policía intentaba desbloquear una carretera que comunica el norte de la Amazonia con el resto del país. El bloqueo era parte de una protesta, iniciada en abril de 2009, contra una legislación en favor de la inversión privada, que según los indígenas violaba sus derechos y sus territorios sin otorgarles beneficios mayores. Según varios constitucionalistas, dicha legislación era inconstitucional.
Como desenlace, el gobierno del presidente García, que defendió arduamente tal legislación, se vio obligado a solicitar de urgencia su derogatoria al Congreso, controlado por la mayoría gobiernista. Éste procedió en consecuencia.
Un año antes, el 17 de junio de 2008, luego de varios meses de negociaciones infructuosas, la población de Moquegua bloqueó la carretera Panamericana e incomunicó a su vecino departamento de Tacna, limítrofe con Chile, con el resto del territorio nacional. El descontento de los moqueguanos era ocasionado por lo que consideraban una injusta distribución del canon minero en su contra y en favor de sus vecinos.
Esa vez la multitud desarmó a 60 policías y los encerró por varios días en el estadio de Moquegua. Para evitar una matanza, la Policía no quiso emplear sus armas y los gases lacrimógenos resultaron insuficientes para controlar la convulsión.
Luego de varios días de negociaciones, los moqueguanos levantaron el paro y liberaron a los policías a cambio de mayor canon y más inversiones públicas.
Pero dichos conflictos no son los únicos. Habría que añadirles en los últimos tres años: la paralización del Cusco, un paro agrario que bloqueó las carreteras peruanas y los de mineros, maestros, médicos, docentes universitarios y Poder Judicial.
Paradójicamente, estos conflictos ocurrieron en medio de una bonanza económica. En 2008 Perú creció 9,8% con una inflación de 5,8%. En los últimos cinco años las tasas promedio de crecimiento y de inflación fueron 7,6 y 3%, respectivamente.
¿Por qué con un crecimiento tan acelerado ocurre un cuadro social tan convulsionado?
El gobierno ha insinuado que estas alteraciones del orden son promovidas por agitadores extranjeros. Sin embargo, resulta poco creíble que unos pocos causen semejante situación en todo el país, en diferentes sectores sociales y durante tanto tiempo. De otro lado, es inimaginable que un líder aimara (Evo Morales) condicione el comportamiento de poblaciones amazónicas.
Más razonable sería considerar que el mayor crecimiento económico ha creado en la población grandes expectativas de bienestar y demandas por mayores ingresos. Ante ese crecimiento, entenderían que su pobreza y la iniquidad que la acompaña son inaceptables.
No dejan de tener razón. Según la CEPAL, el 31% de la población peruana urbana y el 69% de la rural son pobres. A su vez, de acuerdo con el World Factbook de la CIA, en 2005 el índice GINI de concentración del ingreso familiar fue 49,8, el 26° peor entre 135 países (Bolivia el 7° y Colombia el 15°).
La convulsión podría agravarse por la desaceleración económica que la crisis mundial está produciendo: la población seguiría con sus expectativas y los recursos para atenderlas serían menores. The Economist estima que en 2009 Perú crecería 1,3%.
En el fondo, lo que la población estaría cuestionando es un crecimiento económico inequitativo. Ocurre así porque deriva principalmente de buenos precios internacionales de las materias primas. Los ingresos externos correspondientes benefician a las empresas que las producen, a las que abastecen a las primeras y al Estado, que recauda mayores impuestos. Éstas tienden a ser poco intensivas en mano de obra.
A su vez, la abundancia de divisas produce una revaluación cambiaria que contribuye a reducir la inflación. Pero dicha revaluación acorta también la competitividad y, por lo tanto, la producción del resto de las actividades productivas. Éstas son las que generalmente emplean mano de obra abundante. De tal modo, gran parte de la población queda fuera de la bonanza.
Pero, probablemente la causa principal de la convulsión peruana reside en la herencia del presidente Fujimori. Su gobierno representa la corrupción más grande y extendida de la historia del país, incluyendo asesinatos y secuestros, muchos como crímenes de Estado. Su régimen comprometió en todo tipo de ilícitos a gran parte de la clase dirigente. Con ello destrozó muchas de las instituciones y organizaciones más importantes del país. Por eso nadie respeta a nadie o a casi nadie.
¿Será sostenible este escenario en el largo plazo? Difícil, tarde o temprano la inversión se paralizaría por cuenta de la incertidumbre. Le toca a Perú lograr un crecimiento con equidad y reconstruir sus instituciones.
Análisis sobre la realidad inca
Por: César Ferrari
El 5 de junio hubo 34 muertos en Bagua, en el nororiente peruano: 12 indígenas huambisas y huitotos, y 22 policías. Fuentes no oficiales contabilizaron 60 muertos, indígenas en su mayoría. Disparos desde helicópteros y a pie por un lado y heridas de arma blanca sobre policías prisioneros por otro se señalan como los causantes.
La Policía intentaba desbloquear una carretera que comunica el norte de la Amazonia con el resto del país. El bloqueo era parte de una protesta, iniciada en abril de 2009, contra una legislación en favor de la inversión privada, que según los indígenas violaba sus derechos y sus territorios sin otorgarles beneficios mayores. Según varios constitucionalistas, dicha legislación era inconstitucional.
Como desenlace, el gobierno del presidente García, que defendió arduamente tal legislación, se vio obligado a solicitar de urgencia su derogatoria al Congreso, controlado por la mayoría gobiernista. Éste procedió en consecuencia.
Un año antes, el 17 de junio de 2008, luego de varios meses de negociaciones infructuosas, la población de Moquegua bloqueó la carretera Panamericana e incomunicó a su vecino departamento de Tacna, limítrofe con Chile, con el resto del territorio nacional. El descontento de los moqueguanos era ocasionado por lo que consideraban una injusta distribución del canon minero en su contra y en favor de sus vecinos.
Esa vez la multitud desarmó a 60 policías y los encerró por varios días en el estadio de Moquegua. Para evitar una matanza, la Policía no quiso emplear sus armas y los gases lacrimógenos resultaron insuficientes para controlar la convulsión.
Luego de varios días de negociaciones, los moqueguanos levantaron el paro y liberaron a los policías a cambio de mayor canon y más inversiones públicas.
Pero dichos conflictos no son los únicos. Habría que añadirles en los últimos tres años: la paralización del Cusco, un paro agrario que bloqueó las carreteras peruanas y los de mineros, maestros, médicos, docentes universitarios y Poder Judicial.
Paradójicamente, estos conflictos ocurrieron en medio de una bonanza económica. En 2008 Perú creció 9,8% con una inflación de 5,8%. En los últimos cinco años las tasas promedio de crecimiento y de inflación fueron 7,6 y 3%, respectivamente.
¿Por qué con un crecimiento tan acelerado ocurre un cuadro social tan convulsionado?
El gobierno ha insinuado que estas alteraciones del orden son promovidas por agitadores extranjeros. Sin embargo, resulta poco creíble que unos pocos causen semejante situación en todo el país, en diferentes sectores sociales y durante tanto tiempo. De otro lado, es inimaginable que un líder aimara (Evo Morales) condicione el comportamiento de poblaciones amazónicas.
Más razonable sería considerar que el mayor crecimiento económico ha creado en la población grandes expectativas de bienestar y demandas por mayores ingresos. Ante ese crecimiento, entenderían que su pobreza y la iniquidad que la acompaña son inaceptables.
No dejan de tener razón. Según la CEPAL, el 31% de la población peruana urbana y el 69% de la rural son pobres. A su vez, de acuerdo con el World Factbook de la CIA, en 2005 el índice GINI de concentración del ingreso familiar fue 49,8, el 26° peor entre 135 países (Bolivia el 7° y Colombia el 15°).
La convulsión podría agravarse por la desaceleración económica que la crisis mundial está produciendo: la población seguiría con sus expectativas y los recursos para atenderlas serían menores. The Economist estima que en 2009 Perú crecería 1,3%.
En el fondo, lo que la población estaría cuestionando es un crecimiento económico inequitativo. Ocurre así porque deriva principalmente de buenos precios internacionales de las materias primas. Los ingresos externos correspondientes benefician a las empresas que las producen, a las que abastecen a las primeras y al Estado, que recauda mayores impuestos. Éstas tienden a ser poco intensivas en mano de obra.
A su vez, la abundancia de divisas produce una revaluación cambiaria que contribuye a reducir la inflación. Pero dicha revaluación acorta también la competitividad y, por lo tanto, la producción del resto de las actividades productivas. Éstas son las que generalmente emplean mano de obra abundante. De tal modo, gran parte de la población queda fuera de la bonanza.
Pero, probablemente la causa principal de la convulsión peruana reside en la herencia del presidente Fujimori. Su gobierno representa la corrupción más grande y extendida de la historia del país, incluyendo asesinatos y secuestros, muchos como crímenes de Estado. Su régimen comprometió en todo tipo de ilícitos a gran parte de la clase dirigente. Con ello destrozó muchas de las instituciones y organizaciones más importantes del país. Por eso nadie respeta a nadie o a casi nadie.
¿Será sostenible este escenario en el largo plazo? Difícil, tarde o temprano la inversión se paralizaría por cuenta de la incertidumbre. Le toca a Perú lograr un crecimiento con equidad y reconstruir sus instituciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario