Por: César Ferrari
* Publicado en La República de Bogotá el 29 de enero de 2009
“La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno interviene demasiado o demasiado poco, sino de qué sirve: si ayuda a las familias a encontrar trabajo con un sueldo decente, una sanidad que puedan pagar o una jubilación digna.Tampoco nos planteamos si el mercado es una fuerza positiva o negativa. Su capacidad de generar riqueza y extender la libertad no tiene igual.
Pero esta crisis nos ha recordado que, sin un ojo atento, el mercado puede descontrolarse y que un país no puede prosperar durante mucho tiempo cuando sólo favorece a los que ya son prósperos.El éxito de nuestra economía ha dependido siempre, no sólo del tamaño de nuestro PIB sino del alcance de nuestra prosperidad, de nuestra capacidad de ofrecer oportunidades a todas las personas, no por caridad, sino porque es la vía más firme hacia nuestro bien común”.
Con estas palabras, con un reclamo a favor de la intervención del Estado en la economía, de la regulación de los mercados y de la preocupación no sólo por el crecimiento económico sino por la equidad, Barack Obama rubricó en su discurso inaugural el fin de la dominación neo-conservadora en el mundo (neo-liberal en Latinoamérica).
Duró casi tres décadas, se inició con la elección en 1979 de Margaret Thatcher en el Reino Unido y en 1981 de Ronald Reagan en Estados Unidos. Significó la preeminencia de las teorías económicas monetaristas, de la “nueva economía clásica,” del libre mercado, la autorregulación y el individualismo.
Termina con un fracaso gigantesco. Fue incapaz de explicar y prever el comportamiento económico y evitar una crisis de las dimensiones de la actual. ¿Por qué? Sus modelos tienen supuestos irreales, son matemáticamente elegantes, pero sin arraigo en la realidad, sólo sirven para auto explicarse, sus visiones agregadas desconocen la existencia de mercados diferentes, sus fallas y sus interrelaciones. Pareciera que fueron elaborados sólo para racionalizar y justificar la exclusión del Estado en la economía e incluso la inutilidad de la política económica.
Con Obama retorna Keynes y los keynesianos, es decir, más intervención del Estado en la economía, como ya está ocurriendo aceleradamente. Ello implica la visión contracíclica del gasto público y la redefinición tributaria no sólo para financiar al Estado sino para lograr mayor equidad.
Por otro lado, surgirán empresas públicas o mixtas, en gran parte por los rescates selectivos del Estado, que implica la resurrección del concepto de “industrias estratégicas” y la emergencia de reglas para evitar el clientelismo, garantizar una gestión eficiente y una supervisión independiente.
Y al dar más atención a los mercados, la nueva visión llevará a diseñar la política económica desde la microeconomía. Se traducirá así mismo en más regulación, particularmente en los mercados financieros y de servicios para proteger a los consumidores de la posición dominante que suele caracterizarlos.
Será también una expresión de un nuevo “Estado de Bienestar” que recuperará su presencia a través del gasto público en salud, educación y seguridad y protección social, que en las pensiones probablemente implicará su reorganización con base en el Estado y los fondos privados.
Y la nueva visión se extenderá a América Latina. Pero si no se adapta para promover también competitividad no significará crecimiento, estabilidad ni equidad.
* Publicado en La República de Bogotá el 29 de enero de 2009
“La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno interviene demasiado o demasiado poco, sino de qué sirve: si ayuda a las familias a encontrar trabajo con un sueldo decente, una sanidad que puedan pagar o una jubilación digna.Tampoco nos planteamos si el mercado es una fuerza positiva o negativa. Su capacidad de generar riqueza y extender la libertad no tiene igual.
Pero esta crisis nos ha recordado que, sin un ojo atento, el mercado puede descontrolarse y que un país no puede prosperar durante mucho tiempo cuando sólo favorece a los que ya son prósperos.El éxito de nuestra economía ha dependido siempre, no sólo del tamaño de nuestro PIB sino del alcance de nuestra prosperidad, de nuestra capacidad de ofrecer oportunidades a todas las personas, no por caridad, sino porque es la vía más firme hacia nuestro bien común”.
Con estas palabras, con un reclamo a favor de la intervención del Estado en la economía, de la regulación de los mercados y de la preocupación no sólo por el crecimiento económico sino por la equidad, Barack Obama rubricó en su discurso inaugural el fin de la dominación neo-conservadora en el mundo (neo-liberal en Latinoamérica).
Duró casi tres décadas, se inició con la elección en 1979 de Margaret Thatcher en el Reino Unido y en 1981 de Ronald Reagan en Estados Unidos. Significó la preeminencia de las teorías económicas monetaristas, de la “nueva economía clásica,” del libre mercado, la autorregulación y el individualismo.
Termina con un fracaso gigantesco. Fue incapaz de explicar y prever el comportamiento económico y evitar una crisis de las dimensiones de la actual. ¿Por qué? Sus modelos tienen supuestos irreales, son matemáticamente elegantes, pero sin arraigo en la realidad, sólo sirven para auto explicarse, sus visiones agregadas desconocen la existencia de mercados diferentes, sus fallas y sus interrelaciones. Pareciera que fueron elaborados sólo para racionalizar y justificar la exclusión del Estado en la economía e incluso la inutilidad de la política económica.
Con Obama retorna Keynes y los keynesianos, es decir, más intervención del Estado en la economía, como ya está ocurriendo aceleradamente. Ello implica la visión contracíclica del gasto público y la redefinición tributaria no sólo para financiar al Estado sino para lograr mayor equidad.
Por otro lado, surgirán empresas públicas o mixtas, en gran parte por los rescates selectivos del Estado, que implica la resurrección del concepto de “industrias estratégicas” y la emergencia de reglas para evitar el clientelismo, garantizar una gestión eficiente y una supervisión independiente.
Y al dar más atención a los mercados, la nueva visión llevará a diseñar la política económica desde la microeconomía. Se traducirá así mismo en más regulación, particularmente en los mercados financieros y de servicios para proteger a los consumidores de la posición dominante que suele caracterizarlos.
Será también una expresión de un nuevo “Estado de Bienestar” que recuperará su presencia a través del gasto público en salud, educación y seguridad y protección social, que en las pensiones probablemente implicará su reorganización con base en el Estado y los fondos privados.
Y la nueva visión se extenderá a América Latina. Pero si no se adapta para promover también competitividad no significará crecimiento, estabilidad ni equidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario