Por: César A Ferrari
Publicado en El Espectador de Bogota el 2 de febrero 2009
El índice sugiere que las monedas deben intercambiarse a la tasa que haga que precios de bienes internacionalmente comercializables sean iguales en diferentes países.
La última medición indica que en enero de 2009 una Big Mac costaba en E.U. US$3,54 y en Colombia US$3,11.
La última medición indica que en enero de 2009 una Big Mac costaba en E.U. US$3,54 y en Colombia US$3,11.
La tasa de cambio del peso colombiano respecto al dólar estadounidense ha retomado su senda devaluacionista. La caracterizó durante el segundo semestre de 2008, por lo menos hasta que el Banco de la República comenzó a realizar operaciones de contracción monetaria a partir de las reservas internacionales, según sus estadísticas semanales.
Dicha senda devaluacionista seguirá si continúa la contracción de la oferta de divisas y su demanda se mantiene mientras el ingreso no caiga suficientemente; a menos que una nueva intervención del Emisor la contraríe. Las razones de la menor oferta son obvias: menores valores de exportaciones por caída de precios internacionales, de remesas por desempleo en países desarrollados y de flujo de capitales por la crisis mundial.
Sin duda, la devaluación de la tasa de cambio ha generado competitividad en beneficio de los productores nacionales que exportan o que compiten con importaciones. Para algunos es suficiente. Recomiendan detenerla incluso reduciendo reservas internacionales. Su continuidad podría traducirse en una peligrosa inflación. Además, por cuenta de la devaluación la bolsa continuará cayendo y eso también perjudica a otras gentes.
Pero, ¿la devaluación ocurrida es suficiente? Es decir, ¿ha generado un nivel cambiario que permite competir internacionalmente, más aún cuando otros países, por las mismas razones, también están devaluando o restringiendo sus importaciones?
Afortunadamente existe una manera de comparar las tasas de cambio entre países y de medir cuán competitivas resultan internacionalmente: el “Índice Big Mac” de la revista The Economist. El mismo está basado en el concepto de “paridad del poder de compra”, el cual sugiere que las monedas deben intercambiarse a la tasa que haga que los precios de los bienes que pueden comercializarse internacionalmente sean iguales en los diferentes países.
La lógica del índice es simple. La hamburguesa Big Mac es un bien transable internacionalmente compuesto de una canasta amplia de productos: agrícolas (tomate, lechuga), pecuarios (carne), industriales (pan, condimentos, aceite) y de servicios (electricidad, mano de obra, etc.). Además, como es un producto estándar y se produce de manera similar en todo el mundo, cualquier diferencia en los precios domésticos no reflejaría diferencias en productividades; es decir, en todo el mundo se producen con la misma cantidad de insumos, mano de obra y máquinas. Para poder comparar internacionalmente dichos precios domésticos The Economist los convierte a dólares.
Como en todo el mundo la Big Mac es la misma, se elabora con la misma productividad y se vende en mercados muy competidos (hay muchos productores de hamburguesas), lo que finalmente hace la diferencia en el precio en dólares es la tasa de cambio de la moneda de cada país frente al dólar, lo cual reflejaría las diferencias entre países de los otros precios de factores e insumos.
Recientemente The Economist publicó su última medición. Ésta indica que en enero de 2009 una Big Mac costaba en China US$1,83, en E.U., US$3,54 y en Colombia, US$3,11. De tal modo, las tasas de cambio en China y Colombia estaban sobredevaluadas en 48 y 12%, respectivamente.
La situación era distinta en julio de 2008. Entonces, el precio en dólares de una Big Mac colombiana sugería que la tasa de cambio en esa fecha era desfavorable en 9%, mientras que la tasa de la moneda china era favorable en 48,7%.
De tal modo, mientras que en enero de 2009 la diferencia de competitividad cambiaria de la moneda colombiana frente a la China, el principal competidor mundial con quien hay que compararse, era de 36,3 puntos porcentuales en favor de los chinos, en julio de 2008 era de 57,7 puntos. Mejor dicho, aunque entre julio de 2008 y enero de 2009 se produjo una notoria mejoría en la competitividad del peso colombiano, aún no se ha devaluado suficientemente.
En ese contexto, aun después de la devaluación ocurrida, no es una sorpresa que a los colombianos les resulte muy difícil competir con los productores chinos; mucho peor en julio de 2008. Así, la tasa de cambio colombiana debería continuar devaluándose hasta encontrar un nivel de competitividad adecuado y luego mantenerlo como hacen los chinos. Si produce inflación, será por una sola vez y será el costo de volverse más competitivo.
La cuestión es importante: la crisis de las economías estadounidense, europea, japonesa y de la venezolana y ecuatoriana está reduciendo sus importaciones y si los productores colombianos no adquieren una adecuada competitividad cambiaria no podrán sustituirlas, más aún, serán desplazados por otros más competitivos.
Más grave, si a fin de reducir los efectos de la crisis se produce una expansión contracíclica del gasto fiscal, como prometen las autoridades, y la producción nacional no es suficientemente competitiva, dicha expansión no se traducirá en más producción ni más empleo sino en más importaciones.
*Ph.D., profesor, Pontificia Universidad Javeriana
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