martes, 6 de octubre de 2009

Por la recuperación

César Ferrari
Publicado en La República de Bogotá el 6 octubre 2009

El jueves 24 el Dane anunció que durante el segundo trimestre de 2008 la economía colombiana decayó 0.5 por ciento respecto al mismo periodo del año anterior completando tres trimestres seguidos de tasas negativas.Con ella cayeron inversión (-7.3 por ciento), exportaciones (-5.7 por ciento) y consumo de hogares (-0.7 por ciento) mientras aumentó el consumo gubernamental (0.9 por ciento).

La caída de la inversión es ciertamente preocupante. En primer lugar, cada vez se hace más negativa (-0.14 por ciento en el cuarto trimestre 2008, -3.7 por ciento en el primero 2009). Por otro lado, sin inversión no hay expansión de capacidad de producción y, por lo tanto, las posibilidades de aumentar el producto son cada vez más reducidas.

Lo mismo sucede con el consumo de los hogares. Su desaceleración es cada vez más pronunciada (+1.6 por ciento en el cuarto trimestre 2008, -0.5 por ciento en el primero 2009). Y el consumo de los hogares explica más del 60 por ciento del PIB. Mejor dicho, mientras las posibilidades de crecer la oferta son cada vez menores; la demanda experimenta similar situación.

Y si la tasa de cambio se sigue revaluando (23 por ciento respecto a marzo) y las tasas de interés continúan elevadas, la senda negativa continuará y el desempleo aumentará. Así no será posible encontrar nuevos mercados para sustituir a los de los vecinos, además se perderán otros.

En ese contexto, agravado por remesas declinantes y flujos de capitales privados significativamente negativos, resulta problemático superar los efectos de la crisis mundial. Si la industria de bienes transables no es competitiva, la expansión fiscal, aun siendo significativa, es insuficiente para superar el ciclo negativo. Beneficiará a los productores chinos pero no a los colombianos: los chinos se encargarán de satisfacer la mayor demanda de los consumidores. Por eso, mientras la construcción creció 16,8 por ciento impulsada por las obras públicas (40,5 por ciento), la industria decreció 10,2 por ciento.

Y la revaluación ocurre por qué al reducirse los ingresos fiscales por la recesión, gran parte del déficit se está financiando con recursos externos que superan largamente el saldo negativo de la cuenta corriente y la salida neta de capitales privados que entre enero y julio 2009 fue de 2.393 millones de dólares.

El Banco Central debe actuar, como el chino: En medio de la crisis mundial, entre diciembre y junio pasados acumuló 185.6 mil millones de dólares adicionales de reservas internacionales, evitando así una revaluación cambiaria. De tal modo, mantiene la competitividad de su producción para no perder mercados, para crecer 8.1 por ciento en 2009 y 8.5 por ciento en 2010.

Ciertamente, acumular reservas implica realizar una expansión monetaria. Sin embargo, ello no conduce, necesariamente, a una mayor inflación si la capacidad de oferta productiva aumenta rápidamente. Y esa capacidad puede aumentar a ese ritmo si las empresas al ser más competitivas y, por lo tanto, más rentables, invierten esas mayores utilidades precisamente por la mayor rentabilidad.

China es nuevamente el ejemplo. Su tasa de inflación es menor que la colombiana, su tasa de inversión es del orden de 45 por ciento del PIB mientras que su tasa de ahorro interno es mayor aún, con lo que se da el lujo de exportar capitales superando los que recibe.

Cuando la economía va mal y puede ir peor es el momento de actuar para mejorarla. El problema puede desconocerse por un tiempo. Pero sin medidas adecuadas, tarde o temprano, lo peor llegará.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Soñando con la recuperación

César Ferrari, Ph. D.

Publicado en el El Espectador de Bogotá el 23 de septiembre 2009


Cuando la economía va mal y puede ir peor es el momento de actuar para mejorarla. El problema puede desconocerse por un tiempo. Pero sin medidas adecuadas, tarde o temprano, lo peor llegará.

El jueves 24 el DANE anunció que durante el segundo trimestre del 2008 la economía colombiana decayó 0.5% respecto al mismo periodo del año anterior completando tres trimestres seguidos de tasas negativas. Con ella cayeron inversión (-7.3%), exportaciones (-5.7%) y consumo de hogares (-0.7%) mientras aumentó el consumo gubernamental (0.9%).

Y si la tasa de cambio se sigue revaluando (23% respecto a marzo) y las tasas de interés continúan elevadas, la senda negativa continuará y el desempleo seguirá aumentando. Así no será posible encontrar nuevos mercados para sustituir a los de los vecinos, además se perderán otros.

En ese contexto, agravado por remesas declinantes y flujos de capitales privados significativamente negativos, resulta problemático superar los efectos de la crisis mundial. Si la industria de bienes transables no es competitiva, la expansión fiscal, aun siendo significativa, es insuficiente para superar el ciclo negativo. Beneficiará a los productores chinos pero no a los colombianos: los chinos se encargarán de satisfacer la mayor demanda de los consumidores. Por eso, mientras la construcción impulsada por las obras públicas (40.5%) creció 16.8%, la industria decreció 10.2%.

Y la revaluación ocurre por qué al reducirse los ingresos fiscales por la recesión, gran parte del déficit se está financiando con recursos externos que superan largamente el saldo negativo de la cuenta corriente y la salida de capitales privados.

El Banco Central debe actuar, como el chino: entre diciembre y junio pasados acumuló 185.6 mil millones de dólares adicionales de reservas internacionales… para crecer 8.1% en 2009 y 8.5% en 2010 (The Economist).

Salarios, parafiscales y competitividad

César Ferrari, Ph.D.

Publicado en La República, Bogotá el 2 de septiembre 2009


Hace poco se suscitó un debate sobre la conveniencia de reducir los parafiscales sobre las remuneraciones de los trabajadores.

Se argumentaba que dichos pagos, en particular los referidos al Sena, al Icbf y similares, disminuyen la competitividad de la producción de transables, exportables e importables, y, por lo tanto, atentan contra el crecimiento de las empresas y de la economía.

Quienes promovían tal medida, argumentaban que era preferible que tales contribuciones fueran sustituidas por aportes del presupuesto público a las indicadas entidades. Los defensores, incluyendo el Gobierno, señalaban que tal era inconveniente, pues conduciría a su desfinanciamiento, particularmente en una situación de deterioro fiscal como consecuencia de la crisis mundial.

Pero, ¿son dichas contribuciones parafiscales efectivamente un mecanismo importante que reduce notoriamente la competitividad del sector transable de la economía colombiana? Nada más útil al respecto que revisar los datos internacionales sobre salarios y parafiscales en las principales ciudades del mundo. Afortunadamente, tal estudio existe y viene siendo publicado regularmente desde 1971 por el banco suizo UBS, uno de los más grandes del mundo.

El último contiene información a marzo de 2009 (Prices and Earnings 2009) e incluye datos sobre precios de diversos bienes y servicios, salarios, impuestos a la nómina, contribuciones sociales y otras deducciones, horas de trabajo y poder de compra para 73 ciudades, incluyendo Bogotá, Nueva York y Shangai.

Hay datos interesantes en el estudio. Por ejemplo, la ciudad donde un trabajador promedio tiene el mayor poder de compra, es decir, que su ingreso neto anual, que excluye impuestos y contribuciones, le permite comprar la mayor cantidad de bienes y servicios (de una misma canasta) es Zurich (con un índice de 106,9) En ciudades como Buenos Aires (34,4), Bogotá (33,7) y Lima (32,4), el trabajador promedio mantiene un poder de compra mucho menor. Yakarta es la ciudad donde el poder de compra es menor (índice 15,3). La ciudad de referencia es Nueva York (índice 100).

Respecto a salarios, el estudio muestra que mientras el salario bruto promedio por hora en Nueva York es 26,1 dólares, el neto es 19 dólares. Es decir, que entre impuestos y contribuciones se pagan 7,1 dólares por hora. Por su parte, en Shangai, el centro industrial y financiero de China, el salario bruto por hora es 3,9 dólares mientras que el salario neto es 3,1 dólares; en otras palabras los llamados parafiscales en dicha ciudad son 0,8 dólares por hora.

Se dice con frecuencia que gracias a esos salarios los productores chinos son sumamente competitivos en el mercado mundial… y seguramente lo son comparados con los niveles salariales que se pagan en Nueva York.
Pero si fuera sólo por esa razón, los productores bogotanos también deberían ser competitivos, tanto como los chinos.

Según el UBS, los salarios brutos por hora pagados en Bogotá son 3,9 dólares, similares a los de Shangai, y los netos son 3,4 dólares. Mejor dicho los parafiscales son menores en Bogotá que en Shangai, 0,5 dólares la hora.

No son ni salarios ni parafiscales elevados el origen de la falta de competitividad en Colombia. Mejor explicación puede encontrarse comparando la competitividad de la tasa de cambio y de las tasas de interés.

lunes, 10 de agosto de 2009

Colombia: Llego la recesión, se esperan las respuestas

Por: César Ferrari, Ph.d.

Publicado en Razón Pública, Bogota 9 agosto 2009

Ahora es oficial

Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) la economía colombiana sufrió una contracción durante el primer trimestre de 2009, cuando el PIB disminuyó en un 0.6%. Simultáneamente el DANE revisó a la baja la tasa de crecimiento durante del cuarto trimestre del año pasado: -1%.

Para 2009, el Fondo Monetario Internacional prevé para Colombia una tasa de -0.3% y la revista The Economist anticipa una caída del 1.2% en el PIB. De cumplirse estas proyecciones, estaremos ante una recesión significativa en términos anuales, que contrasta con el crecimiento del PIB de 2.5% en 2008 y de 7.5% en 2007.

Las etapas del ciclo económico: “stop and go” nuevamente

Sin duda se acabaron por ahora las buenas épocas, por lo menos las que se vieron hasta el 2007, logradas en su mayor parte gracias a elevados precios internacionales de materias primas, mayores remesas y elevados flujos de capitales. ¿Sorpresa? Ninguna. Era previsible, considerando la inestabilidad de dichos precios y la crisis mundial. Ese crecimiento acelerado y esa parada súbita no dejan de ser dos etapas más del conocido “stop and go” (parada y arranque) de las economías latinoamericanas, sujetas a los vaivenes de los ciclos internacionales por su dependencia de las materias primas, así:


- (1) El auge

A partir del 2004, con el ciclo internacional en auge, la demanda y los precios internacionales de los commodities aumentaron, al igual que las remesas. Y con las tasas de interés elevadas en dichos años y las privatizaciones de empresas estatales, los capitales fluyeron hacia el país. Los mayores ingresos correspondientes los percibieron propietarios, directivos y trabajadores productores de esas materias primas, y luego los que vendían bienes y servicios a los primeros (construcción, servicios personales, bienes de lujo).


Tal expansión del ingreso se tradujo en crecimiento económico y disminución de la pobreza, aunque no en reducción de la inequidad en la distribución del ingreso. De hecho, en un listado de 135 países publicado en el World Factbook de la CIA, Colombia ocupaba el puesto número 120 por su mala distribución del ingreso según el índice GINI, después de Chile (puesto 121) Brasil (125) y Bolivia (128) para mencionar a los países latinoamericanos más importantes y peor ubicados.

- (2) El mecanismo de ajuste

Los mayores ingresos externos implicaron también mayor oferta de divisas, lo cual revaluó la tasa de cambio. Como la revaluación compensó en parte el aumento de los precios internacionales de alimentos, combustibles y metales, las autoridades monetarias hicieron poco para evitarla pues reducía la inflación.

La revaluación acumulada llegó a ser tan significativa que la correspondiente pérdida de competitividad cambiaria hizo que gran parte de la producción de bienes y servicios transables, al no ser beneficiaria de los precios internacionales elevados, dejara de ser competitiva: flores, textiles, electrodomésticos, metalmecánica, confecciones, calzado, etcétera. Así, las importaciones aumentaron más rápidamente que las exportaciones.


- (3) La contracción

A la revaluación inicial vino a sumarse el desarrollo pleno de la crisis mundial y la correspondiente caída de la demanda de los commodities y de sus precios internacionales, lo cual significó una reducción importante en el valor de las exportaciones colombianas. De esta manera la economía colombiana se desaceleró sostenidamente, pasando de un crecimiento de 4.1% en el primer trimestre de 2008, a 3.9% en el segundo, 2.9% en el tercero y a -1% en el cuarto.


Una caída de los ingresos externos implica una caída de los ingresos internos aún mayor (por el llamado “efecto multiplicador” de los primeros). Así, finalmente, como era de esperar, a la desaceleración generada por mano monetaria propia, vía revaluación, le siguió la recesión por mano externa. Estos dos factores se tradujeron en la ya mencionada sucesión de dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo. El gráfico adjunto muestra con claridad la desaceleración sostenida tanto del PIB colombiano como del consumo de los hogares; al primer trimestre de 2009 dicho consumo representaba 66% del primero.


El Gobierno estima que para 2009 los menores ingresos externos serán del orden de US$ 10 mil millones, una cantidad importante que representa aproximadamente el 16.2% del total del ingresos de divisas por todo concepto (principalmente por exportaciones, remesas e ingresos de capitales) en 2008… y la cifra puede ser mucho mayor.

Los impactos de la recesión: desempleo y devaluación


La recesión tiene evidentes efectos negativos sobre el mercado de trabajo. A mayo de 2009 el desempleo y el subempleo, que es una manera de buscar ingresos aunque sea en ocupaciones y condiciones inadecuadas, afectaba a 11.2 millones de colombianos sobre un total de 21 millones de personas económicamente activas (PEA) y de 34.1 millones de personas en edad de trabajar. Según avances del informe para el mes de junio, la tasa de desempleo afecta al 11.4% de la PEA urbana.

Por su parte, la caída de los ingresos externos se tradujo, en principio, en una devaluación cambiaria sostenida y una tendencia creciente a una inflación elevada. En efecto, entre el 16 junio de 2008, cuando se dio la tasa de cambio más baja de $1.652,41 por dólar, y el 31 de marzo 2009, cuando alcanzó su máximo valor de $2.561,21 por dólar, la tasa de cambio se devaluó 55%.

El “misterio” de la revaluación

Sin embargo, más adelante, esos menores flujos de divisas fueron compensados con otro tipo de ingresos externos produciendo el efecto contrario. Así, hasta el 24 de julio de 2009 la tasa de cambio se había revaluado en 23,8%, al situarse en 1.953,12 pesos por dólar.

Las razones de la nueva revaluación no vienen ciertamente por el lado comercial y de servicios. Durante el primer trimestre de 2009 la cuenta corriente (comercio y servicios) de la balanza de pagos fue de US$ -976 millones. Hasta mayo de 2009, la cuenta cambiaria corriente consolidada (doméstica más de compensación) era de US$ -1,316 millones, y hasta el 10 de julio de 2009 la cuenta corriente cambiaria doméstica (excluyendo la cuenta de compensación) era de US$ -2,618 millones. Es decir, esos déficits tendrían que estar produciendo devaluación. ¿Entonces cómo se explica la revaluación? Por dos razones:

- (1) Por la contracción monetaria

La nueva revaluación está relacionada fundamentalmente, en primer lugar, con la pérdida de reservas internacionales del Banco de la República que en lo corrido del año al 17 de julio fueron de US$ 248,5 millones.

Ciertamente, ese comportamiento del banco central se tradujo en una reducción de la liquidez de la economía. Así, en lo corrido del año, hasta el 10 de julio de 2009, los medios de pago (efectivo más depósitos en cuentas corrientes- M3) se había reducido en $5,372 mil millones y el crédito en $37 mil millones. Tal sería, en realidad una manera de frenar las importaciones y, por cierto, de inducir una reducción de la inflación vía revaluación.

- (2) Por el financiamiento del déficit fiscal

La segunda razón de la revaluación se encuentra en el déficit fiscal y su financiamiento mediante deuda externa. Este financiamiento produjo un ingreso de divisas de US$ 2.539,1 millones durante el primer trimestre, mientras que al mismo tiempo el sector privado sacaba del país US$ 596,9 millones, generando un exceso de divisas con las consecuencias anotadas.

Sucede que por cuenta de la recesión económica, en 2009 el déficit del gobierno central sería de $ 18,8 billones, 3.7% del PIB. Compensado en parte por un superávit de las empresas públicas de $ 7,2 billones (2,4% del PIB), y agravado por los costos de la reestructuración financiera originada en la crisis bancaria de 1999 (subsistente de $ 1 billón) el déficit consolidado del sector público sería de $ 11,8 billones, equivalentes a 2.4% del PIB.

Agrandando el hueco

En el 2010 la situación fiscal podría ser más grave. Las proyecciones gubernamentales prevén un déficit del gobierno central de $ 23,4 billones, equivalente a 4,3% del PIB, y un déficit fiscal consolidado de $ 18,4 billones, ó un 3,4% del PIB.

La revaluación podría profundizarse, considerando que el déficit en 2009, según las cuentas oficiales, sería financiado en gran medida con recursos externos por US$ 4,650 millones. Descontando amortizaciones e intereses de deuda, el ingreso neto de divisas resultante sería de US$ 1,500 millones. Si a ese ingreso de divisas se le añade una reducción de reservas del Banco de la República, las presiones para la revaluación cambiaria son evidentes.

El problema de la competitividad del sector transable

Pero el problema fundamental de la economía tampoco es ese déficit y ese financiamiento. Lo es la pérdida de competitividad que la revaluación genera para el sector productivo transable internacionalmente, es decir tanto el que produce para exportar como el que compite con las importaciones, mejor dicho para la totalidad de la economía colombiana excluidos los servicios no comercializados internacionalmente.

En otras palabras, mientras que el sector público intentaría mantener su gasto para reducir la recesión, la manera de financiarlo induciría pérdida de competitividad y, por tanto, recesión en el sector privado.


Otra sería la perspectiva si durante la abundancia que duró hasta el 2007, se hubieran ahorrado recursos para ser usados en la actual escasez. No fue así. También sería distinta la situación si el Banco de la República hubiera acumulado reservas en vez de disminuirlas; así habría evitado la revaluación cambiaria y las mencionadas reducciones de la liquidez y del crédito.

Un manejo equivocado de la crisis


La transmisión de la crisis mundial es inevitable. Pero sus efectos deben minimizarse. Para ello es necesario crear ingreso interno y la manera más inmediata de hacerlo es a través del gasto fiscal porque es el único componente autónomo de la demanda. Los gastos de las familias, empresas e inversión dependen de los ingresos y estos, en recesión, caen.

Pero las autoridades económicas colombianas en lugar de aumentar el gasto fiscal y reducir los impuestos para estimular la demanda, como se está haciendo en casi todo el mundo, basan su programa anti-crisis en otorgar nuevas líneas de créditos para automóviles y electrodomésticos, más subsidios para vivienda y aumento de impuestos.

El paquete fiscal que presentaron hace unos meses por $55 billones no fue creíble: $32 billones eran inversión privada, en parte descartada por la propia crisis, y el resto correspondía a proyectos antiguos ya presupuestados o por realizar en los próximos años.

Es muy difícil que créditos y subsidios aumenten en el contexto de la recesión. El crédito depende de su disponibilidad y de tasas de interés que aún son altas pero, particularmente, de los ingresos. Los subsidios requieren que los interesados tengan ingresos adecuados para respaldar el crédito complementario. Pero la recesión produce caída de ingresos.


Más aún, en plena crisis, las autoridades han decidido aumentar los impuestos territoriales y mantener altos los precios administrados de los combustibles en relación con los precios internacionales. En ese contexto, ello equivale, simplemente, a reducir la competitividad productiva y a disminuir la demanda interna; es decir echar más leña al fuego de la recesión.

Cambio de las políticas monetaria y fiscal: política contra-cíclica


Colombia debería adoptar, cuanto antes mejor, una política económica contra-cíclica que atenúe los efectos de la crisis mundial, sobre todo sobre las poblaciones de bajos ingresos, que son las más afectadas.

Afrontar esa urgencia exige medidas fiscales y monetarias. En primer lugar, parece obvio reducir la tasa de interés del banco central. La misma ha sido reducida en los últimos meses de 10% a 4,5%. Por cierto, queda poco margen para seguir reduciéndola. Pero es posible hacerlo, como han hecho otros bancos centrales latinoamericanos con economías en mejor situación: el banco peruano ha reducido su tasa a 2% y el chileno a 0.5%.

También se requiere que el gasto fiscal civil no disminuya, sino que aumente. Será mejor si mejora la infraestructura económica -carreteras, puertos y aeropuertos- y favorece el aumento de la productividad y el desarrollo de los mercados. El financiamiento del gasto tendrá que ser externo o monetario; colocar bonos al sector privado nacional en momentos de reducción generalizada del ingreso requerirá tasas de interés elevadas que provocarán una mayor contracción del mercado crediticio.

El crédito externo, como indicado, puede conducir a la revaluación cambiaria. Sin duda una expansión fiscal que no se dé en el contexto de una tasa de cambio competitiva, es decir elevada y sostenida, se traducirá en presiones negativas sobre el sector comercial externo y, ciertamente, en una ayuda a la recuperación de la economía china, pero no de la colombiana. Para evitar esa revaluación se requerirá, entonces, complementariamente, la monetización del financiamiento externo del déficit fiscal con cargo a una acumulación de reservas por parte del banco central.

Ciertamente, el financiamiento monetario del déficit está condicionado por la capacidad de respuesta de la oferta a la mayor demanda agregada, bien sea por mayor uso de la capacidad ociosa, incluso hasta tres turnos, por la expansión de la productividad o de la capacidad de producción. En esto último es esencial el aumento de la inversión y ello depende de rentabilidades adecuadas y de tasas de interés bajas que aumenten las oportunidades de inversión y la competitividad del sector transable.

Lo que se requiere: un plan anti-cíclico

Pero, además, Colombia, así como casi todos los demás países latinoamericanos, tendrá que diseñar y aplicar una política económica anti-cíclica de mayor horizonte que la haga menos dependiente de los ciclos internacionales. Para superar esa dependencia de las materias primas tendrá que restablecer sus esfuerzos de industrialización.

El ejemplo es China. Es menos afectada por las crisis internacionales porque el 95% de sus exportaciones corresponde a productos manufacturados, cuyos precios internacionales son más estables. Para ello, desde hace más de un decenio mantiene una tasa de cambio muy elevada y relativamente estable que junto a tasas de interés crediticio reducidas otorgan a su producción de transables una competitividad notoria. La logra acumulando a la fecha casi dos millones de millones de dólares en reservas internacionales, que en la crisis actual le permite financiar sin dificultad sus esfuerzos contra-cíclicos.


Por ello, asegurar el desarrollo futuro dependerá, en gran medida, de una política monetaria que induzca una tasa de cambio real elevada y sostenida, de una política fiscal que desarrolle la infraestructura en pro de la competitividad de la producción transable y, particularmente, de una regulación que favorezca la competencia en los mercados crediticios y de servicios. Al contrarrestar las fallas de esos mercados, debe inducir la reducción de las tasas de interés, por tanto los márgenes de intermediación, y los precios respectivos. La falta de tal regulación es la que, en gran medida, ha permitido generar rentas no competitivas en dichos sectores que atentan contra la competitividad del sector real y transable de la economía.

En otras palabras: no sólo está en juego la recuperación actual. Están en juego la sostenibilidad del crecimiento, la superación de la pobreza y la reducción de la inequidad.

jueves, 30 de julio de 2009

Las razones del éxito del Banco Grameen

Publicado en la separata de Responsabilidad Social Empresarial del Diario La República de Bogota, 30 julio 2009

César Ferrari

El Banco Grameen, Nobel de Paz 2006, paradigma mundial del microcrédito, es una entidad comercial por acciones establecido en Bangladesh.

Realiza operaciones como cualquier banco pero otorga crédito sólo a pobres, a una tasa reducida de interés simple equivalente a 10.2% efectiva anual.

La base de su éxito, 8 millones de clientes, 1.5% de morosidad, reside principalmente en la metodología con que opera: Créditos individuales, costos operativos reducidos y mecanismos de fidelización adecuados. Los créditos que otorga son a individuos, no a grupos.

Así, la responsabilidad también es individual. Pero para recibir el crédito el prestatario tiene que participar en un grupo de cinco personas y éste en un centro de ocho grupos.

Grupos y centros se reúnen semanalmente con un promotor del Grameen para decidir y entregar los créditos y recoger los ahorros. Las relaciones entre el Banco y sus prestatarios son de confianza; no les exige ningún tipo de documento, garantía o aval.

Sus costos son reducidos porque no realiza análisis de crédito, seguimiento de los mismos, ni capacita técnica o financieramente a los prestatarios.

El análisis de solvencia de prestatario y “proyecto” lo realiza la comunidad a través del grupo y del centro correspondiente. El promotor no aprueba los créditos, no determina su tamaño, ni sugiere en que invertir.

Fidelización

Sus mecanismos de fidelización incluyen:
1. Pertenencia de cada prestatario a un grupo y centro y otorgamiento de los créditos en forma sucesiva en cada grupo. El crédito no se otorga al segundo prestatario si el primero no está al día en sus obligaciones. Así, el propio interés induce a seleccionar compañeros de grupo y centro responsables, a aprobar proyectos viables y a estar al día en las obligaciones.

2. Créditos subsecuentes de montos crecientes si las obligaciones individuales y de grupo se mantienen al día. De tal modo, el crédito inicial siempre es mínimo.

3. Depósitos de ahorro remunerado, obligatorios en forma regular y eventuales como proporción del crédito recibido.

4. Adquisición de acciones del banco por parte de los prestatarios con sus ahorros.

La elección de dicha metodología no es casual. Metodologías que incluyen análisis detallado de los créditos en términos de solvencia de cliente y proyecto, seguimiento de las operaciones financiadas y capacitación de los prestatarios, son inviables a tasas de interés razonables o requieren subsidios elevados. Al incluirlas, la administración de la operación financiera resulta más cara que el propio crédito.

Por otro lado, si la metodología no incluye mecanismos de fidelización, la probabilidad de cumplimiento oportuno y pleno de las obligaciones de pago se reduce notoriamente. La fidelización adecuada es lo que en últimas garantiza el cumplimiento de las obligaciones.

Tasa de interés
La definición de la tasa de interés tampoco es trivial. Se dice que los pobres pagarían cualquier tasa de interés a fin de acceder a un crédito que les es inalcanzable.

Absurdo, si la tasa supera la rentabilidad de la operación que financia, el crédito se vuelve impagable. Más aún, las actividades económicas de los pobres usualmente se realizan con escaso capital fijo y, por lo tanto, la posibilidad que alcancen tasas de rentabilidad elevadas es reducida porque su productividad es también baja.

Estamos en mora de replicar un esquema similar en beneficio de los pobres del país.

miércoles, 15 de julio de 2009

Frente al presente y al futuro

Publicado en La república de Bogota el 15 julio 2009

César Ferrari


En el primer trimestre de 2009 el PIB colombiano decreció 0.6%, y en el cuarto trimestre del 2008, 1%.


Para el 2009, The Economist prevé para Colombia un decrecimiento de 2%, una desaceleración notable respecto al crecimiento de 2.5% en 2008 y 7.5% en 2007. Pero sin un verdadero plan contra-cíclico, la recesión podría ser mayor y, con ello, el desempleo y el subempleo.


En ese contexto, en primer lugar, parece obvio contar con una reducida tasa de interés del BR. En los últimos meses pasó de 10% a 4.5%. Hay aún margen para seguir reduciéndola. En Perú, por ejemplo, con mejores perspectivas, el banco central acaba de reducirla a 2%.


Se requiere también que el gasto fiscal civil aumente. El problema es cómo financiarlo, pues el fisco no ahorró durante la bonanza. Tendrá que ser con recursos externos o monetarios, pues colocar bonos al sector privado, en momentos de reducción del ingreso, requeriría tasas de interés elevadas que provocarían una mayor contracción del crédito.


Pero el financiamiento externo puede conducir a revaluar la tasa de cambio, como viene ocurriendo. Y una expansión fiscal que no se dé con una tasa de cambio competitiva, es decir elevada y sostenida, ayudará a la recuperación de la economía china pero no de la colombiana pues elevará las importaciones. Para evitar esa revaluación se requerirá, entonces, complementariamente, monetizar ese financiamiento acumulando reservas por parte del BR.


El financiamiento monetario del déficit está condicionado por la posibilidad de respuesta de la oferta a la mayor demanda, sea con mayor uso de capacidad ociosa de producción, expansión de productividad o de esa capacidad. Para ello habrá que hacer competitivo al sector transable. Y para aumentar productividad y capacidad habrá que promover la inversión con rentabilidades adecuadas y tasas de interés reducidas que aumenten sus oportunidades.


Pero si se piensa a más largo plazo, es necesario diseñar y aplicar una política económica anti-cíclica que reduzca la dependencia del país de los ciclos internacionales, es decir menos dependencia de materias primas y de mercados inestables vecinos que dependen de materias primas. Para ello deben retomarse los esfuerzos de industrialización, haciendo competitiva a la industria.


El ejemplo es China. Es menos afectada por las crisis internacionales porque el 95% de sus exportaciones son productos manufacturados cuyos precios internacionales son más estables. Para ello, desde hace más de un decenio mantiene una tasa de cambio muy elevada y estable que otorga a su producción de transables una competitividad notoria. Lo logra acumulando reservas internacionales que a la fecha suman casi dos millones de millones de dólares.


Así, para lograr un futuro promisorio habrá que implementar: 1) una política monetaria que induzca una tasa de cambio real elevada y sostenida, 2) una política fiscal que desarrolle la infraestructura en pro de la competitividad de la producción transable y, particularmente, 3) una regulación que favorezca la competencia en los mercados crediticios y de servicios. Al contrarrestar fallas prominentes en esos mercados, inducirá menores tasas de interés, márgenes de intermediación y precios respectivamente y, con ello, favorecerá la competitividad de los usuarios.


Están en juego la minimización de la crisis y la sostenibilidad del crecimiento, para la superación de la pobreza y la reducción de la inequidad. Hay que afrontarlas.

Perú: crecimiento con convulsión

Publicado en El Espectador de Bogotá el 23 junio 2009

Análisis sobre la realidad inca
Por: César Ferrari


El 5 de junio hubo 34 muertos en Bagua, en el nororiente peruano: 12 indígenas huambisas y huitotos, y 22 policías. Fuentes no oficiales contabilizaron 60 muertos, indígenas en su mayoría. Disparos desde helicópteros y a pie por un lado y heridas de arma blanca sobre policías prisioneros por otro se señalan como los causantes.

La Policía intentaba desbloquear una carretera que comunica el norte de la Amazonia con el resto del país. El bloqueo era parte de una protesta, iniciada en abril de 2009, contra una legislación en favor de la inversión privada, que según los indígenas violaba sus derechos y sus territorios sin otorgarles beneficios mayores. Según varios constitucionalistas, dicha legislación era inconstitucional.

Como desenlace, el gobierno del presidente García, que defendió arduamente tal legislación, se vio obligado a solicitar de urgencia su derogatoria al Congreso, controlado por la mayoría gobiernista. Éste procedió en consecuencia.

Un año antes, el 17 de junio de 2008, luego de varios meses de negociaciones infructuosas, la población de Moquegua bloqueó la carretera Panamericana e incomunicó a su vecino departamento de Tacna, limítrofe con Chile, con el resto del territorio nacional. El descontento de los moqueguanos era ocasionado por lo que consideraban una injusta distribución del canon minero en su contra y en favor de sus vecinos.

Esa vez la multitud desarmó a 60 policías y los encerró por varios días en el estadio de Moquegua. Para evitar una matanza, la Policía no quiso emplear sus armas y los gases lacrimógenos resultaron insuficientes para controlar la convulsión.

Luego de varios días de negociaciones, los moqueguanos levantaron el paro y liberaron a los policías a cambio de mayor canon y más inversiones públicas.
Pero dichos conflictos no son los únicos. Habría que añadirles en los últimos tres años: la paralización del Cusco, un paro agrario que bloqueó las carreteras peruanas y los de mineros, maestros, médicos, docentes universitarios y Poder Judicial.

Paradójicamente, estos conflictos ocurrieron en medio de una bonanza económica. En 2008 Perú creció 9,8% con una inflación de 5,8%. En los últimos cinco años las tasas promedio de crecimiento y de inflación fueron 7,6 y 3%, respectivamente.

¿Por qué con un crecimiento tan acelerado ocurre un cuadro social tan convulsionado?

El gobierno ha insinuado que estas alteraciones del orden son promovidas por agitadores extranjeros. Sin embargo, resulta poco creíble que unos pocos causen semejante situación en todo el país, en diferentes sectores sociales y durante tanto tiempo. De otro lado, es inimaginable que un líder aimara (Evo Morales) condicione el comportamiento de poblaciones amazónicas.

Más razonable sería considerar que el mayor crecimiento económico ha creado en la población grandes expectativas de bienestar y demandas por mayores ingresos. Ante ese crecimiento, entenderían que su pobreza y la iniquidad que la acompaña son inaceptables.

No dejan de tener razón. Según la CEPAL, el 31% de la población peruana urbana y el 69% de la rural son pobres. A su vez, de acuerdo con el World Factbook de la CIA, en 2005 el índice GINI de concentración del ingreso familiar fue 49,8, el 26° peor entre 135 países (Bolivia el 7° y Colombia el 15°).

La convulsión podría agravarse por la desaceleración económica que la crisis mundial está produciendo: la población seguiría con sus expectativas y los recursos para atenderlas serían menores. The Economist estima que en 2009 Perú crecería 1,3%.

En el fondo, lo que la población estaría cuestionando es un crecimiento económico inequitativo. Ocurre así porque deriva principalmente de buenos precios internacionales de las materias primas. Los ingresos externos correspondientes benefician a las empresas que las producen, a las que abastecen a las primeras y al Estado, que recauda mayores impuestos. Éstas tienden a ser poco intensivas en mano de obra.

A su vez, la abundancia de divisas produce una revaluación cambiaria que contribuye a reducir la inflación. Pero dicha revaluación acorta también la competitividad y, por lo tanto, la producción del resto de las actividades productivas. Éstas son las que generalmente emplean mano de obra abundante. De tal modo, gran parte de la población queda fuera de la bonanza.

Pero, probablemente la causa principal de la convulsión peruana reside en la herencia del presidente Fujimori. Su gobierno representa la corrupción más grande y extendida de la historia del país, incluyendo asesinatos y secuestros, muchos como crímenes de Estado. Su régimen comprometió en todo tipo de ilícitos a gran parte de la clase dirigente. Con ello destrozó muchas de las instituciones y organizaciones más importantes del país. Por eso nadie respeta a nadie o a casi nadie.

¿Será sostenible este escenario en el largo plazo? Difícil, tarde o temprano la inversión se paralizaría por cuenta de la incertidumbre. Le toca a Perú lograr un crecimiento con equidad y reconstruir sus instituciones.

lunes, 8 de junio de 2009

¿Inflación o recesión? A propósito de la revaluación cambiaria

César Ferrari, Ph.D.
Publicado en El Espectador 8-6-2009

Entre el 31 de marzo y 4 de junio la tasa de cambio pasó de $2561 a $2073. Tan notoria revaluación ha sorprendido a muchos y preocupado a exportadores y a quienes compiten con importaciones.

Poco se ha aclarado al respecto, salvo declaraciones sobre precios del petróleo, confianza en el país y déficits fiscales en Estados Unidos. Claro que se relacionan con la revaluación. Pero explicar la tasa de cambio colombiana mirando casi exclusivamente otros conceptos y latitudes es cómo explicar los dolores de brazo de un bogotano mirando las arritmias cardiacas de un paisa. Mejor usar una bola de cristal.

Las fluctuaciones del precio del dólar en Colombia tienen que explicarse analizando el mercado cambiario colombiano, es decir los comportamientos de sus demandas y ofertas.

Ciertamente no existe información pública al día de esos comportamientos. No obstante, sí se tienen datos que ayudan a entender sus tendencias.

El DANE anunció hace poco que el saldo comercial de exportaciones menos importaciones del primer trimestre fue negativo en US$11.0 millones.

El último Informe de Estadísticas Monetarias y Cambiarias del Banco de la República señala que hasta el 22 de mayo las reservas internacionales se redujeron en US$476.8 millones. Indica también que hasta fines de marzo los ingresos externos de capital del sector público aumentaron en US$2539.1 mientras que los del sector privado disminuyeron en US$596.9 millones; mejor dicho, esa oferta neta de dólares aumentó en US$2000 millones aproximadamente.

El mismo informe reporta que al 15 de mayo los medios de pago totales (M3) se habían reducido en $788 mil millones y el crédito en $1420 mil millones. Como los dólares se compran con pesos, es obvio que la demanda de dólares por todo concepto tiene que haber disminuido.

En otras palabras, por cuenta de lo anterior es transparente que, últimamente, la oferta de dólares haya venido aumentando y la demanda disminuyendo a pesar del indicado déficit comercial. Así, es obvio que tiene que producirse una revaluación cambiaria.

Pero en la medida que las mayores ofertas de dólares son consecuencia fundamentalmente de decisiones estatales, la pregunta relevante es por qué lo están haciendo.

Controlar la inflación podría ser una razón. La revaluación disminuye los precios de los bienes transables que son mayoría en la canasta de los consumidores. Así, conviene promoverla puesto que la inflación actual se encuentra aún por encima de la meta. Se ha dicho que durante los últimos meses ha sido menor que en 2008. El problema es que dichos datos no son comparables; a partir de enero 2009 el DANE calcula la inflación con un mayor número de ciudades y otra canasta.

Podría pensarse también que las necesidades externas de financiamiento del sector público son inevitables. Lo obliga la escasez de recursos internos por la recesión y la necesidad de mantener el gasto fiscal por lo menos similar al del 2008 a fin de combatir dicha recesión.

El problema es que esta nueva revaluación está produciendo pérdida de competitividad en los productores. De profundizarse, como sucedió en 2008, tarde o temprano resultará insoportable, produciendo quiebra de empresas… en medio de una recesión de origen externo que, paradójicamente, habría ayudado a resolver su problema de competitividad.

Mejor dicho, para visualizar el futuro del dólar habría que conocer el objetivo de la política económica: Inducir revaluación para reducir inflación, como estaría ocurriendo, o, como hacen los chinos, mantener una tasa de cambio competitiva acumulando reservas para evitar mayor recesión y desempleo. ¿Qué les importará más, inflación reducida o recesión profunda?

martes, 19 de mayo de 2009

¿El fracaso de los economistas?

Publicado en La República de Bogotá, 19 mayo 2009
César Ferrari, Ph.D.

Esta crisis mundial, la peor desde la Gran Depresión, no apareció del aire.

Tampoco es un nuevo ciclo económico natural resultante de cambios en productividades o rentabilidades sectoriales que inducen inversiones en sectores con relaciones factoriales distintas y que, por tanto, crecen a ritmos diferentes. Esta crisis, originada en Estados Unidos, es consecuencia de errores de su política económica.

La política monetaria fue sumamente volátil. Entre enero-noviembre 2001 la Reserva Federal redujo su tasa de interés de 6% a 1.75% y a 1% en 2003, para aumentar el consumo sin consideración por el ahorro doméstico. Entre 2005-2006 la elevó hasta 5.25% para reducir la inflación sin éxito, sin consideración por el ingreso de prestatarios y productores. Entre 2007 y 2009 la disminuyó hasta 0% para evitar la depresión.

La política fiscal redujo los impuestos a los mayores ingresos y el gasto civil, y aumentó el gasto militar, generando una enorme inequidad y un déficit fiscal gigantesco que entorpece hoy la solución de la crisis. Así mismo, subsidió los biocombustibles, lo que redujo la producción de alimentos mientras su demanda aumentaba, lo que provocó el incremento de sus precios. Sumado al de combustibles y metales y al de las tasas de interés hizo inviable el pago de las hipotecas, lo que derrumbó los derivados financieros de las mismas, y la liquidez y solvencia de los bancos.

La política reguladora, en un contexto de información asimétrica, evitó normar los bancos de inversión y dichos derivados financieros; se pregonaban mercados libres y autorregulación. Tampoco reguló las calificadoras de riesgo, con evidentes conflictos de interés en la calificación de derivados emitidos por bancos que la pagaban.

Esa política expresaba la dominación neo-conservadora (neo-liberal en Latinoamérica) iniciada con Margaret Thatcher (1979) y Ronald Reagan (1981). Se justificaron con las teorías monetaristas, de la “nueva economía clásica” y del libre mercado; gracias a dicha dominación preeminentes en las escuelas estadounidenses y europeas y, por extensión, en todo el mundo.

Falló porque esas teorías y sus modelos son formalmente elegantes y matemáticamente complejos pero desarraigados de la realidad, buenos solo para auto explicarse. Son visiones agregadas y abstractas que ignoran la existencia de mercados diversos, sus interrelaciones y sus fallas (precios opacos, fidelización forzosa de consumidores a proveedores, monopolios naturales).

Milton Friedman se encargó de justificarlos. No le importaban los supuestos de los modelos, le importaba que pudieran predecir los comportamientos económicos. Según Tjalling Koopmans, otro Premio Nobel: “Uno sólo puede sentirse incómodo con tanta ingenuidad”.

Es claro, ahora, que fueron elaborados para racionalizar y justificar la exclusión del Estado en la economía y la inutilidad de la política económica. Lo cierto es que si los gobiernos no estuvieran interviniendo, la crisis sería mucho más profunda.

Esa política puede cuestionarse también a partir de teorías convenientemente olvidadas. El Teorema del Segundo Mejor demuestra que la eliminación de algunas fallas de mercado manteniendo otras, puede alejar a la economía del óptimo antes que acercarla. Así, lograr ese mayor acercamiento requiere introducir distorsiones que compensen las no eliminadas.

Por todo ello, sus creyentes fueron incapaces de prever y analizar la crisis actual y menos proponer soluciones. Mejor dicho, los que fallaron fueron los políticos y economistas que creyeron, propagaron y aplicaron tales teorías cual religión, allá y acá. Toca superarlos.

miércoles, 29 de abril de 2009

La respuesta a la crisis

César Ferrari
Publicado en La República de Bogota, 29-4-2009

Bogotá. La razón primó: se reconoció la gravedad de la crisis económica mundial, su transmisión a la economía nacional por menores ingresos externos, US$10 mil millones según el Ministro de Hacienda, y la consecuente recesión durante 2009.

Previendo mayores dificultades, el Ministro ha anunciado la solicitud al FMI de un crédito de US$10.4 mil millones, siguiendo el camino de México, Polonia y Costa Rica en graves dificultades. Parece también existir consenso en 1) continuar reduciendo la tasa de interés del Banco de la República, y 2) poner en marcha un programa de estímulo fiscal que sustituya esos menores ingresos externos, para evitar una recesión mucho más profunda.

Sin embargo, no se ha dicho que una expansión monetaria y fiscal, aún oportuna y eficiente, que se dé en un contexto de productores poco competitivos, no generará ni empleo ni ingresos nacionales. Dicha expansión se resolverá, principalmente, con importaciones porque las industrias nacionales no pueden competir satisfactoriamente con la producción internacional. Más aún, dadas las limitaciones de financiamiento externo, tal expansión de importaciones terminaría agudizando el déficit externo que se resolvería con más recesión y/o devaluación.

En este contexto, la condición necesaria para minimizar la crisis y posteriormente recuperar el crecimiento a partir de estímulos fiscales y monetarios escontar con producción nacional “competitiva” internacionalmente. Esa competitividad tiene que ver, principalmente, con tasas de interés y tipos de cambio competitivos.

Para los productores colombianos no es fácil ser competitivos pagando, según el FMI, tasas de interés promedio de 17.7% (diciembre 2008), mientras las inflaciones son aún reducidas y la tasa mundial de interés es de 4-5%. Con tasas tan elevadas, los costos financieros de las empresas son consecuentemente altos.

Tampoco es posible competir internacionalmente cuando el principal competidor, China, tiene una ventaja en tasa de cambio de 36.3 puntos porcentuales (enero 2009), según el Índice Big Mac de The Economist. Tiene que ver poco con salarios e impuestos para-fiscales; de hecho los salarios netos y brutos en Bogotá son menores que en ciudades chinas similares.

Por tal razón, no puede postergarse una regulación que haga competitivos los mercados financieros. Sus elevadas tasas de interés son, en gran medida, consecuencia de prácticas no competitivas, como opacidad de tasas y fidelizaciones forzosas.

Ciertamente, son también elevadas por una política monetaria excesivamente contractiva cuyo único objetivo es controlar la inflación. Los medios de pago (M3) son tan reducidos con relación al PIB, que la gente tiene pocos fondos para depositarlos y, por ello, los bancos cuentan con pocos recursos para otorgar
créditos. Como consecuencia, las tasas son elevadas y la relación crédito-PIB baja.

La crisis puede tener también un efecto positivo. La devaluación reestructura los precios a favor de la competitividad. Si resulta relativamente mayor que las asiáticas, aumentará la competitividad de los bienes y servicios transables, particularmente manufacturas. Con ello crecerían la producción y el empleo y mejoraría la distribución del ingreso dado que dichos sectores son generalmente intensivos en mano de obra.

Es decir, se necesitan políticas monetaria, fiscal y de regulación que generen competitividad, induciendo tasas de interés reducidas y tasa de cambio competitiva. Deben también desarrollar infraestructura económica adecuada y contribuir tributariamente a redistribuir ingreso.

Sólo así será posible un crecimiento elevado, estable y sostenido,baja inflación y equidad.

lunes, 20 de abril de 2009

El fin de un autócrata. Para que no se repita

César Ferrari, Ph.d.
Publicado en Razón Pública, editado en Bogotá, el 20/04/2009

El Perú de Fujimori, o una historia de lucha contra el terrorismo, buen crecimiento de la economía y dos reelecciones sucesivas que acabaron muy mal.

Una larga cadena de crímenes

Alberto Fujimori Fujimori, Presidente del Perú entre el 28 de julio de 1990 y el 19 de noviembre de 2000, acaba de ser condenado a 25 años de cárcel por delitos de lesa humanidad. Un Tribunal especial de la Corte Suprema de Justicia del Perú lo encontró responsable, como autor intelectual, de asesinatos con alevosía, secuestros agravados y lesiones personales.

Esos hechos corresponden a dos matanzas perpetradas por el Grupo Colina, un comando conjunto del Servicio de Inteligencia del Ejército Peruano y del Servicio de Inteligencia Nacional. La primera fue una matanza de pobladores inocentes que se encontraban en una fiesta; la otra fue de estudiantes inocentes de la Universidad La Cantuta. Los secuestros fueron el de un periodista y el de un empresario.

No fue la primera condena de Fujimori, ni fueron esos sus únicos crímenes. La Corte Suprema ya lo había sentenciado a 6 años de cárcel por “usurpación de funciones y allanamiento ilegal“: casi al final de su mandato, Fujimori había obligado a uno de sus edecanes a actuar como fiscal en su búsqueda infructuosa de Vladimiro Montesinos. Montesinos, quien fuera su mano derecha en el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) está igualmente sentenciado y purga condena por varias decenas de años por crímenes relacionados con su gestión en apoyo a Fujimori.

Tampoco será la última condena. En estos días se inicia un juicio por “malversación de fondos públicos” por 15 millones de dólares que sirvieron para “indemnizar” ilegalmente a Montesinos, por sus casi diez años de servicio a Fujimori. El “retiro” de Montesinos se produjo poco antes de su huida a Panamá, cuando el régimen estaba por colapsar. El Ministro y el Viceministro de Hacienda de la época ya fueron condenados a varios años de cárcel por esta malversación.

Le seguirán otros juicios y, seguramente, otras sentencias por “cohecho“, “corrupción de funcionarios“ y “malversación de fondos públicos“. Las evidencias sobre estos delitos se encuentran nada menos que en los famosos “vladivideos“, las grabaciones secretas que hacía Montesinos para mostrarle a su jefe que los correspondientes políticos, militares, funcionarios y empresarios -la crema y nata de la sociedad gobernante - habían sido convenientemente “convencidos” y quedaban a disposición del régimen. Casi todos los receptores de tales cohechos ya han sido condenados, purgan penas de cárcel y los dineros mal habidos han sido repatriados de cuentas en Suiza y otros lugares. Para poder juzgar a Fujimori por estos delitos, la Procuraduría peruana está cursando los correspondientes cuadernos de extradición a Chile.

Un presidente popular, autoritario y reelegido

Fujimori fue elegido democráticamente en marzo de 1990: le ganó en segunda vuelta al escritor Mario Vargas Llosa, entonces candidato de la derecha peruana. Su gobierno se inició con un shock económico radical, más radical aún que el que su contrincante había anunciado con cierta ingenuidad. El shock buscaba equilibrar de una manera inmediata y contundente las cuentas macroeconómicas que el gobierno del Presidente Alan García había dejado en completo desorden.

En pocas palabras, la política expansiva de García, aplicada en medio de una casi paralización de inversiones privadas por su intento de nacionalizar la banca y por una crisis mundial que había hecho caer significativamente el precio de las exportaciones peruanas, causó una mezcla de hiperinflación y recesión sin precedentes en la historia del país. Como era de esperarse, el ajuste de Fujimori sirvió para controlar la inflación pero implicó un costo social inmenso y un gran aumento en la concentración del ingreso - problema éste que la economía peruana no ha logrado superar hasta la fecha.

El 5 de abril de 1992, Fujimori cerró el Congreso con la excusa de que éste se había negado a aprobar unos decretos legislativos antiterroristas que sin embargo violaban la Constitución. El Presidente suspendió la vigencia de la Carta y destituyó a las cabezas del Poder Judicial y de los órganos de control: Tribunal de Garantías Constitucionales, Consejo Nacional de la Magistratura, Contraloría General de la República y Fiscalía de la Nación - a quienes, en preparación del golpe, había venido acusado de corruptos e ineficaces. El golpe de estado se produjo tras la destitución de los Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional y con el apoyo de los reemplazos que Fujimori había designado con la asesoría de Montesinos.

Por presión de los países americanos, el gobierno de facto convocó una Asamblea Constituyente que fue elegida el 22 de noviembre de 1992; la nueva Constitución, elaborada durante 1993 a la conveniencia de Fujimori y vigente desde el 1 de enero de 1994, instituyó la reelección presidencial y el Congreso unicameral.

En abril de 1994 Fujimori se divorció de su esposa Susana Higuchi, quien lo acusó de torturas y secuestro. En las elecciones de abril de 1995, la Señora Higuchi intentó postularse al Congreso, pero su inscripción fue invalidada por el poder electoral - y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos determinó que sus derechos habían sido violados. En 2000 Higuchi fue elegida en una lista de la oposición.

En abril de 1995, en el marco de la nueva Constitución, en el pico de su popularidad, con casi dos terceras partes del voto popular, Fujimori ganó su reelección y una amplia mayoría en el nuevo Congreso. La inauguración fue el 28 de julio de 1995. Uno de los primeros actos del nuevo legislativo fue declarar amnistía para los militares y policías acusados o convictos de abusos contra los derechos humanos entre 1980 y 1995.

Fujimori ¿acabó el terrorismo?

La gestión de Fujimori se identifica como una lucha sin cuartel y exitosa contra los grupos y la violencia terroristas. En ese contexto se inscribe su presunto “gran éxito”: la captura del líder de Sendero Luminoso Abimael Guzmán por la policía de la Dirección Nacional de Lucha contra el Terrorismo (DINCOTE) el 12 de septiembre de 1992 en Lima. Guzmán fue sentenciado de inmediato por una corte militar de jueces encapuchados, pero el proceso fue declarado nulo y el 13 de octubre de 2006, luego de un nuevo juicio, fue condenado a cadena perpetua por “terrorismo agravado”. Actualmente se encuentra en una cárcel en El Callao y sus vecinos de celda incluyen a Victor Polay, líder del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) y a Vladimiro Montesinos.

Sin embargo, la captura de Guzmán y las derrotas de Sendero Luminoso y del MRTA deben atribuirse en justicia a cuatro factores: (1) A las labores de inteligencia de la policía peruana; (2) A la propia estructura vertical de Sendero Luminoso que a la caída del líder lo condujo al desmoronamiento inevitable e inmediato; (3) A la presión del Ejército en las áreas rurales, que a partir de fines de 1990 obligó a los jefes senderistas a mudarse a las ciudades, donde era más sencillo hacerles seguimiento, y (4) A las Rondas Campesinas, organizaciones de autodefensa compuestas por vecinos abrumados por los abusos de Sendero Luminoso, a quienes la reforma agraria de los años sesenta había convertido en propietarios que por lo mismo tenían razones para pelear por sus tierras sin recurrir a ejércitos mercenarios.

Más aún, la capacidad de la Policía Nacional para realizar buenas investigaciones se remontaba al gobierno de Alan García con la creación, el 5 de marzo de 1990, del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) dentro de la DINCOTE. De hecho, antes de Guzmán, la Policía había capturado a Peter Cárdenas Schultz, uno de los jefes del MRTA en abril de 1992 y a Victor Polay, máximo líder del MRTA, en junio del mismo año.

A la fecha de aquellas capturas, el comandante de la DINCOTE era el General Ketín Vidal, quien fue destituido en diciembre de 1992 para evitar su figuración y para que Fujimori pudiera quedarse con las palmas por la caída de Guzmán. Años más tarde, en lo que sería considerado como un gesto de desagravio, Vidal fue designado Ministro del Interior en el Gobierno de Transición del Presidente Valentín Paniagua; en esta calidad capturó a Vladimiro Montesinos, para entonces fugitivo de la justicia peruana, en Venezuela en 2001.

El conflicto interno peruano entre 1980 y el 2000 produjo, según la Comisión de la Verdad y Reconciliación, cerca de 70 mil personas asesinadas. La mayoría fueron civiles provenientes de las zonas rurales y más pobres del país. Los terroristas de Sendero Luminoso y, en menor grado, del MRTA al atacar deliberadamente a los civiles y a la infraestructura del país, dando lugar a una respuesta militar radical, muchas veces sin consideraciones legales ni de derechos humanos, convirtieron a dicho periodo en el más sangriento de la historia peruana.

Fujimori ¿Un milagro económico?

El segundo éxito que se atribuye a Fujimori es económico. Su gestión fue exaltada por los organismos internacionales en tanto ella respondió plenamente a los postulados del llamado “Consenso de Washington“: apertura y liberalización de los mercados, privatización de las empresas estatales, control del gasto público, atracción de la inversión extranjera. Al estilo que Augusto Pinochet había iniciado años atrás en Chile, Fujimori fue pues neo liberal en lo económico pero autoritario y represivo en lo político - sin encontrar en ello ningún problema conceptual ni práctico-.

Pasados los primeros años de gobierno, que coincidieron con las dificultades propias de superar los desequilibrios de la época de García, el crecimiento económico se aceleró y la inflación descendió de un astronómico 6.836,9% en 1990 (en parte por el ajuste de precios de los productos básicos a inicios de su gobierno), a 12,9% en 1995 y a 3,9% en 2000.

Sin embargo, el crecimiento acelerado duró hasta 1997. Terminó con el arribo a América Latina y, en particular, al Perú, de los efectos de la crisis asiática. Con la crisis internacional traducida en crisis nacional por la caída notable de los precios de las exportaciones peruanas y de los flujos de capitales, el PIB peruano pasó de crecer 12,8% en 1994, 8,6% en 1995, 2,5% en 1996 y 6,9% en 1997 a -0,7% en 1998 y 0,9% en 1999.

La crisis asiática había comenzado el 2 de julio de 1997 con la devaluación de la moneda tailandesa a la cual sucedieron las de las monedas nacionales de Malasia, Indonesia y Filipinas y más adelante de las de Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur. Como sucedió en toda América Latina, la recesión de los años 1998 y 1999 fue una consecuencia clara del ciclo internacional en declive, así como los años previos de bonanza habían sido consecuencia del ciclo internacional de auge … Igual que había ocurrido 10 años antes y como viene ocurriendo 10 años después.

La segunda reelección

Con la crisis económica, la mayoría de los peruanos que habían visto en Fujimori al caudillo irremplazable que los había “salvado del terrorismo y del desastre económico“, comenzó a exigir remedios para sus decrecientes niveles de consumo. Pero el líder ya no estaba en capacidad de atenderlos.

Aún así, su propio apego al poder y sus más cercanos colaboradores forzaron una segunda reelección. Para ello tenían que superar el escollo derivado de una norma de la nueva Constitución que establecía la reelección por una única vez- y Fujimori ya había sido reelegido en 1995. Así que el 23 de septiembre de 1996 las mayorías fujimoristas aprobaron lo que llamaron Ley de Interpretación Auténtica de la Constitución: como la elección inicial de Fujimori se había dado en el marco de la Constitución anterior, ese primer período no contaba y la segunda reelección en realidad venía a ser la primera. Como era su costumbre, Fujimori mandó mensajes ambiguos sobre su candidatura hasta el último momento, y sólo la hizo oficial a fines de 1999 y a pocos meses de las elecciones.

En ese contexto, varios líderes empresariales y algunos de sus partidarios, entre los que destaca Carlos Ferrero (quien años después fuera Primer Ministro en el gobierno de Alejandro Toledo) comenzaron a desentenderse de Fujimori. Ferrero, que se había distinguido por su independencia cuando pertenecía a la bancada fujimorista, renunció a ella cuando Fujimori oficializó su intención de postularse para un tercer mandato.

Con todo y eso, el 28 de julio de 2000 Alberto Fujimori fue reelegido una vez más Presidente del Perú. Pero ganó en segunda vuelta, por mayoría precaria, después de que Alejandro Toledo retirara su candidatura con denuncias de fraude, y no sin que los observadores internacionales protestaran por la falta de garantías electorales.

La caída

El 14 de septiembre de 2000 comenzaron a filtrarse a la televisión los famosos “vladivideos” que mostraban la corrupción profunda y extendida del régimen. El primer video mostraba el soborno de Alex Kouri, un líder parlamentario de la supuesta oposición quien, a cambio de los 50 mil dólares en efectivo que le estaba entregando Montesinos, se declaraba dispuesto a pasarse a las filas del fujimorismo. A este video le sucedieron otros igualmente escandalosos, y aún a esta fecha la población peruana no ha logrado verlos todos.

No se conoce aún quien filtró aquellos videos. Es razonable pensar que fueron militares o agentes de los servicios de inteligencia; para aquellas fechas era conocida su inconformidad - y la de muchos empresarios- con la prolongación del gobierno fujimorista: dado el creciente descontento popular, ella podría causar una notoria convulsión social y, por lo tanto, un mal clima para la gobernabilidad y las inversiones.

Una crisis económica importante casi irremediablemente conduce a una crisis social y, ésta - si las condiciones son propicias- a una crisis política en cabeza del Presidente. Sucedió así en la Argentina con la caída del gobierno de Fernando de La Rúa y en Perú con Alberto Fujimori. Con la crisis económica, social y política reforzándose mutuamente, la situación de Fujimori era insostenible. Esto se hizo patente al filtrarse la noticia de que los militares no estaban dispuestos a seguir apoyándolo ni protegiéndolo: con los excesos a los que los había sometido, el Presidente había acabado por perder su autoridad sobre ellos.

Cuatro meses después de su reelección, el 13 de noviembre de 2000 y con el pretexto de asistir a una reunión del Foro de Cooperación Asia Pacífico en Brunei, Alberto Fujimori huyó de su país para refugiarse en el Japón. El 19 de noviembre renunció por fax ante el Congreso pero su renuncia no fue aceptada: fue destituido por incapacidad moral permanente y le fue prohibido ejercer cargos públicos por diez años.

Ante la renuncia (forzada) de los dos vice presidentes de Fujimori, el 21 de noviembre de 2000 Valentín Paniagua, Presidente del Congreso, fue designado por éste como ”Presidente de Transición“, con el encargo de convocar a nuevas elecciones en abril de 2001. En ellas triunfó Alejandro Toledo, quien tomó posesión el 28 de julio 2001.

La ilusión de regresar

Personajes como Fujimori se consideran a sí mismos omnisapientes y omnipotentes; también quisieran ser omnipresentes, pero este don - más fácil de comprobar- aún les es negado.

Al abandonar su refugio japonés e intentar su regreso al Perú, Fujimori seguramente pensó que los peruanos saludarían su retorno triunfal y aclamarían su presencia redentora. Pensó también que las autoridades chilenas lo protegerían, pero fue detenido al día siguiente de su arribo a Santiago procedente de Tokio, el 7 de noviembre de 2005. Pensó que tenía reconocimiento universal y por eso, durante su detención en Chile, decidió valerse de la doble nacionalidad para presentarse como candidato al Senado Japonés por un partido de extrema derecha, lo que acabó en completo fracaso.

Pensó que las mayorías se aglomerarían en la frontera peruano-chilena para recibirlo en olor de santidad y para transportarlo en andas hasta Lima. Pero tales mayorías no existen. Si existieran no hubiera sido posibles su detención ni su extradición al Perú, aprobada ésta el 22 de septiembre de 2007 por la Corte Suprema de Chile y por razones de fondo: por cinco cargos de corrupción y dos cargos de violación de los derechos humanos. Menos factibles aún hubieran sido sus condenas y su encarcelamiento en el Perú. Sus mayorías lo habrían protegido y hasta tal vez habrían linchado a sus jueces y fiscales.

Sin duda existen los incondicionales de Fujimori, los que sacaron provecho personal de su régimen, algunos pocos que aún creen en mesías u otros "pragmáticos" que están dispuestos a apoyar a quien sostiene que derrotó al terrorismo, así haya sido al precio de vidas inocentes y de la corrupción más honda.

Pero todos ellos son sólo la minoría de los peruanos, que a la fecha suman 27,9 millones. Esa minoría incluye a las 500 personas que marcharon en protesta contra la sentencia a 25 años, y alcanza a hacer que la hija de Fujimori, Keiko, encabece las encuestas con un 21,5% de las preferencias [1], pero sin posibilidad real de alcanzar la Presidencia del Perú: más del setenta por cierto de los peruanos rechaza tajantemente a Fujimori y a su heredera política. Igual le pasó a Carlos Menen en la Argentina cuando pretendió regresar al poder en el 2000.

El balance y la lección

En la historia del Perú, el régimen de Alberto Fujimori sin duda representa el período de más grande y extendida corrupción. La mayoría de sus delitos no fueron sólo crímenes individuales sino crímenes de Estado, incluyendo asesinatos y secuestros. No fue sólo corrupción, dineros mal habidos y uso indebido de fondos públicos. Comprometió en todo tipo de ilícitos a gran parte de la clase dirigente, y con ello destrozó las instituciones y organizaciones del país. En palabras de Henry Pease García, politólogo quien fuera Presidente del Congreso bajo el gobierno de Alejandro Toledo, durante la gestión de Fujimori el Estado peruano devino un “Estado mafioso“. A la luz de los hechos, el lema de la primera campaña presidencial de Fujimori, “Honradez, Tecnología y Trabajo“, queda para la historia como una certificación de lo que un político es capaz de prometer y no cumplir.

A pesar de los éxitos económicos de los últimos años, hoy es difícil gobernar al Perú, más aún cuando dichos logros comienzan a desdibujarse a consecuencia de la crisis mundial. En 2007 el país creció 9% con una inflación de 3,9%. Sin embargo, en esos meses, un paro agrario bloqueó las carreteras, Moquegua y Cusco fueron paralizados, la Amazonía también protestó airadamente, y estas protestas se sumaron las de mineros, maestros, médicos, docentes universitarios y poder judicial.

Llama la atención que un país que desde hace años ha crecido rápidamente y con baja inflación también presente un cuadro social sumamente convulsionado. Imposible que pocos agitadores causen semejante situación. La pobreza y la inequidad ayudan a entenderla. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el 31% de la población urbana peruana es pobre y en las zonas rurales la pobreza alcanza al 69% de la población.

Pero la convulsión social ocurre también porque, por causa de Fujimori, los peruanos vieron desfilar ante sus ojos, en un drama de corrupción inacabable, a los principales líderes de las principales fuerzas y organizaciones. Por eso nadie cree en nadie o en casi nadie. Y esta una de las peores herencias de la autocracia fujimorista: la destrucción de las instituciones. Tomará tiempo reconstruirlas.

Y el mundo debe conocer esta historia para que no se repita.

Nota de pie de página
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[1] Según la encuesta de La Compañía Peruana de Investigación, Estudios de Mercados y Opinión Pública publicada el 16 de abril de 2009.

lunes, 13 de abril de 2009

Llegó la recesión

Publicado en La República de Bogotá el 8 de abril de 2009

César Ferrari, Ph.D., Profesor Pontificia Universidad javeriana

Hace poco el Dane anunció la tasa de crecimiento de la economía colombiana: -0.7% para el cuarto trimestre y 2.5% para el 2008, frente al 7.5% del 2007. ¿Sorpresa? Ninguna. Era previsible.

Con el ciclo internacional en auge, demanda y precios internacionales de commodities y remesas aumentaron. Y con tasas de interés elevadas, los capitales fluyeron.

Los mayores ingresos los percibieron propietarios, directivos y trabajadores productores de esas materias primas, y luego los que les vendían bienes y servicios (construcción, servicios personales, bienes de lujo). Tal expansión del ingreso se tradujo en crecimiento económico y disminución de pobreza.

Los mayores ingresos externos implicaron también mayor oferta de divisas que revaluó la tasa de cambio. La revaluación compensó en parte el aumento de los precios internacionales de alimentos, combustibles y metales. Las autoridades monetarias hicieron poco para evitarla, pues reducía la inflación.

La revaluación acumulada llegó a ser tan significativa que la correspondiente pérdida de competitividad cambiaria hizo que gran parte de la producción de bienes y servicios transables, los que no se beneficiaban de los precios internacionales elevados, dejara de ser competitiva: flores, textiles, electrodomésticos, metalmecánica, confecciones, calzado, etc. Así, las importaciones aumentaron más rápidamente que las exportaciones.

Consecuentemente, la economía colombiana se desaceleró: 4.1% en el primer trimestre 2008, 3.9% en el segundo, 2.9% en el tercero y -0.7% en el cuarto.

Y ello ocurrió antes del arribo pleno de la crisis mundial que significa caída de demanda y precios internacionales y menores remesas y flujos de capitales. El Gobierno estima los menores ingresos externos en US$10 mil millones…; la cifra puede ser mucho mayor. Encuentran una economía que se desaceleró por cuenta propia, con desempleo de 14.2%, déficit fiscal y sector externo deficitario.

Una caída de ingresos externos de tal magnitud, implica, necesariamente, una caída de ingresos internos, mayor por el efecto multiplicador de los primeros. Ambas caídas significan devaluación cambiaria, inflación y recesión.

Para minimizar la recesión es necesario crear ingreso interno y la única manera es a través del gasto fiscal porque es el único componente autónomo que compone la demanda en los mercados. Las demandas de familias, empresas e inversión dependen de los ingresos y ¡estos están cayendo!

Pero las autoridades económicas en lugar de aumentar gasto fiscal y reducir impuestos, como hace todo el mundo, están basando sus estímulos anti-crisis en más créditos para automóviles y electrodomésticos y más subsidios para vivienda.

El paquete fiscal que presentaron hace un par de meses por $55 billones no fue creíble: $32 billones eran inversión privada, en parte descartada por la crisis, y el resto correspondía a proyectos antiguos por realizar en los próximos años.

Es muy difícil que créditos y subsidios aumenten. El crédito depende de su disponibilidad y de tasas de interés que aún son altas pero, particularmente, de ingresos. Los subsidios requieren que los interesados tengan ingresos adecuados para respaldar el crédito complementario. Pero la recesión produce caída de ingresos.

Más aún, en plena crisis las autoridades han decidido mantener precios administrativamente elevados de los combustibles y aumentar impuestos territoriales… ¡Increíble! Simplemente más leña al fuego de la recesión.

Sin un plan adecuado, cada día que pasa se agrava la recesión y con ello el desempleo. Es urgente repensar las cosas.

jueves, 19 de marzo de 2009

Medidas para minimizar la crisis

Publicado en La República de Bogota, 18 marzo 2009

César Ferrari Ph.D., Profesor Pontificia Universidad Javeriana

El arribo de la crisis internacional es inevitable. Se requiere minimizar sus efectos. Para ello es necesario poner en vigencia, rápidamente, medidas regulatorias, fiscales y monetarias contra-cíclicas.

Primero, parece obvio reducir la tasa de interés del banco central. Hay margen para ello. Una tasa elevada se traslada a las tasas comerciales que, con inflaciones relativamente bajas aún, reducen las oportunidades de inversión y, por tanto, la expansión de capacidad productiva y productividad.

Se requiere también disminuir impuestos y cuasi impuestos. Es menos eficaz que incrementar el gasto, pero medidas como aumentar impuestos prediales, mantener precios excesivos de gasolina y extender pico y placa, deben eliminarse porque disminuyen el ingreso familiar cuando es preciso expandir la demanda.

Se requiere sobre todo aumentar el gasto fiscal civil. Este es el único elemento autónomo que forma parte de la demanda en los mercados y que puede sustituir menores ingresos externos con internos. Si mejora la infraestructura económica, favorece la productividad y el desarrollo de los mercados.

Además, debe incluir incentivos a las empresas, no por sectores sino para aquellas nuevas o en desarrollo, para estimularlas a crecer rápidamente y así compensar el desempleo por las que cerrarán irremediablemente.
El financiamiento del déficit fiscal tendrá que ser externo o monetario. Colocar bonos al sector privado nacional disminuye su demanda y, en tiempos de reducción generalizada del ingreso, requeriría tasas de interés elevadas que contraerían el crédito más aún.

El financiamiento monetario está condicionado por la capacidad de respuesta de la oferta a la mayor demanda, usando capacidad de producción ociosa (hasta tres turnos) o con expansión de esa capacidad o de la productividad con más inversión.

También es urgente una regulación que promueva la competencia en los mercados crediticios y de servicios, para reducir tasas de interés, márgenes de intermediación y precios, respectivamente. Para ello debe contrarrestar fallas en esos mercados: asimetrías de información, opacidad en precios y fidelizaciones forzosas derivadas de prohibiciones para pre-pagar deudas o cambiar de proveedores antes de cierto tiempo.

Esta regulación es crucial. Una expansión fiscal y monetaria que se dé en un contexto de productores poco competitivos no generará ni empleo ni ingresos nacionales. Se resolverá, principalmente, con importaciones porque la producción nacional no puede competir satisfactoriamente con la internacional. Más aún, dadas las limitaciones de financiamiento externo, tales mayores importaciones agudizarán el déficit externo que se resolverá con más recesión y devaluación.

La competitividad tiene que ver, necesariamente, con tasas de interés y tipos de cambio competitivos. No es posible competir internacionalmente pagando tasas de interés de 30%, mientras la inflación es aún reducida y la tasa mundial es del orden de 8%. Tiene menos que ver con salarios y parafiscales; de hecho los salarios brutos y netos en Bogotá son menores que en Shangai.

Ciertamente, esas tasas de interés no son consecuencia sólo de fallas de mercado sino también de una política monetaria contractiva orientada exclusivamente a controlar inflación. Los medios de pago (M3) son tan reducidos con relación al PIB, que los agentes tienen pocos fondos para depositarlos en los bancos que, a su vez, cuentan con pocos recursos para otorgar créditos. Como consecuencia, las tasas son elevadas y la relación crédito-PIB muy baja.

Hay tiempo aún…, pero no por mucho.

lunes, 9 de marzo de 2009

Es tiempo para una política económica nueva

Publicado en El Espectador de Bogotá, 8 Mar 2009

A propósito de la crisis internacional

Por: César Ferrari *

La recesión en el mundo desarrollado y la desaceleración china están induciendo una menor demanda de materias primas. Ello genera una disminución significativa de sus precios (petróleo -64,9% anual, metales -57,4%, alimentos -26,7%). Menores precios y demandas se traducen en menor valor de exportaciones; particularmente de las latinoamericanas, concentradas en materia primas.

A su vez, la recesión genera desempleo, que se traduce en menores ingresos para los migrantes y, por tanto, menores remesas. Según el Banco de España, en los nueve primeros meses de 2008 fueron 7% menos que en el mismo período de 2007.

La inversión extranjera también está disminuyendo. En 2008, según la balanza cambiaria, la inversión extranjera neta en Colombia fue US$5.729 millones, US$3.073 millones menos que en 2007.

Gran parte llegó en busca de rentabilidad por los diferenciales de tasas de interés y, especialmente, por las expectativas de revaluación cambiaria; en devaluación prefieren llevársela.

Además, con la recesión los inversionistas prefieren seguridad sobre rentabilidad. Por ello liquidan sus activos en moneda local, compran dólares y los sacan del país buscando refugio: bonos del Tesoro estadounidense.

La transmisión de la crisis

Tales hechos, obviamente, afectan las economías locales; más aún a la colombiana porque sus exportaciones manufactureras van a Venezuela y Ecuador, dependientes de petróleo y remesas.

La caída notoria de los ingresos externos implica, inevitablemente, una subsiguiente caída en los ingresos internos: los de los propietarios, directivos y trabajadores de sectores exportadores, de los receptores de remesas y de quienes les venden bienes y servicios. Esto desacelera construcción, manufactura, comercio y servicios, produce desempleo y aumenta la pobreza.

Significan también una menor oferta y una mayor demanda de dólares que se traduce en devaluación cambiaria. Si el banco central intenta reducirla, la consecuente desacumulación de reservas internacionales es insostenible en el mediano y largo plazo.

La devaluación se traslada a los precios de los bienes y servicios transables y eleva los costos de los no transables y, consecuentemente, sus precios. Así, ahora, la inflación es alimentada por la devaluación y compensada parcialmente por la reducción de los precios internacionales. Con la inflación los salarios nominales aumentan, pero como es más rápida que los ajustes salariales, cae el ingreso real y agrava la recesión.

Con la devaluación se produce también una caída del precio de las acciones en la Bolsa. Los inversionistas venden sus activos financieros y compran moneda extranjera. Un estudio para Colombia encuentra que una devaluación de 10% induce una caída del precio de las acciones de 6,2% (Ferrari y Amalfi, 2007).

Menores utilidades y salarios, es decir, menores compras, implican menores ingresos fiscales por impuestos de renta y valor agregado. Ello limita los gastos fiscales y reduce la demanda interna. Disminuye también los depósitos en los bancos y, por tanto, los recursos para créditos, lo que se traduce en tasas de interés más altas, menores créditos y atrasos en sus pagos.

Las consecuencias en Colombia ya son complicadas. Según la revista The Economist (febrero 28, 2009), entre los países más importantes de Latinoamérica Colombia tiene la segunda caída industrial más pronunciada (13,3% anual), la segunda mayor devaluación (39,2% anual), la mayor tasa de desempleo (14,2%), el mayor déficit externo (2,7%) y el mayor déficit fiscal (1,4%).

A pesar de ello, algunos insisten en que la crisis internacional no llegará, o que su impacto será mínimo y la recuperación pronta. Buenos deseos no cambian realidades. La pregunta no es si habrá crisis.

La pregunta relevante es ¿qué debería hacerse para disminuir sus efectos, sobre todo sobre el empleo y los pobres?

Para minimizar la crisis

Minimizar la crisis exige medidas fiscales y monetarias contracíclicas inmediatas. En primer lugar, parece obvio reducir la tasa de interés del banco central. En Colombia se encuentra en 8%; en Estados Unidos está en cero.

Una tasa tan elevada reduce las oportunidades de inversión y, por tanto, la expansión de capacidad productiva y productividad. Más aún, es inútil. Se supone que al atraer capitales aumenta la oferta de divisas, reduce la devaluación cambiaria y, consiguientemente, la inflación. Pero esos capitales no existen y, segundo, mientras todos los países están devaluando sus monedas, lo que se necesita es, precisamente, una devaluación elevada que devuelva competitividad a los productores de bienes y servicios transables.

A su vez, por pro-cíclicos se requiere disminuir impuestos o cuasi impuestos (aumento del predial, extensión del Pico y Placa, excesivo precio de la gasolina). También aumentar el gasto fiscal civil.

Este es el único elemento autónomo que forma parte de la demanda en los mercados y que puede sustituir menores ingresos externos con internos. Si mejora la infraestructura económica (carreteras, puertos, aeropuertos), favorece la productividad y el desarrollo de los mercados.
Además, debe incluir incentivos a las empresas, no por sectores si no para aquellas nuevas o en desarrollo, para estimularlas a crecer rápidamente y así compensar el desempleo por las que cerrarán irremediablemente (Jan Ter Wengel, 2008).

El financiamiento del déficit fiscal tendrá que ser externo o monetario. Colocar bonos al sector privado nacional disminuye su demanda y, en tiempos de reducción generalizada del ingreso, requeriría tasas de interés elevadas que provocarían una mayor contracción del crédito.

El financiamiento monetario está condicionado por la capacidad de respuesta de la oferta a la mayor demanda, con uso de capacidad de producción ociosa (hasta tres turnos) o con expansión de esa capacidad o de la productividad con más inversión.

Se requiere también una política de regulación que favorezca la competencia en los mercados crediticios y de servicios para reducir tasas de interés, márgenes de intermediación y precios, respectivamente. Para ello debe contrarrestar fallas en esos mercados.

Pero la crisis también tiene un efecto positivo. La devaluación reestructura los precios en favor de la competitividad. Si es relativamente mayor que las asiáticas, aumentará la competitividad de los productores de bienes y servicios transables, particularmente de las manufacturas. Con ello crecerían la producción y el empleo y mejoraría la distribución del ingreso dado que dichos sectores son generalmente intensivos en mano de obra.

Lamentablemente la ganancia de competitividad ocurrirá en un contexto de desaceleración del comercio mundial que ningún tratado de comercio evitará. Más aún, es probable que las barreras al comercio aumenten.

La recuperación

Pero tarde o temprano, pasada la crisis, probablemente prolongada, la economía y el comercio mundiales se recuperarán, aumentarán los precios internacionales y fluirán las remesas y los capitales hacia los países en desarrollo. Para entonces, Latinoamérica debe estar en camino de consolidar su mayor independencia de los ciclos internacionales: menos producción de materias primas, más de manufacturas. La crisis internacional afecta menos a China, porque 95% de sus exportaciones son manufacturas con precios internacionales más estables.

Para ello, las políticas monetaria, fiscal y de regulación deben mantener competitividad cambiaria, tasas de interés y precios de servicios reducidos, desarrollar la infraestructura económica necesaria y contribuir tributariamente a redistribuir ingreso. Sólo así será posible un crecimiento elevado, estable y sostenido, baja inflación y equidad en el ingreso.

* Ph.D. Profesor de Economía, Pontificia Universidad Javeriana

jueves, 26 de febrero de 2009

El contagio de la crisis internacional

Por: César Ferrari, Ph.D.
Profesor Universidad Javeriana

Publicado en La República de Bogota el 26 febero 2009

“En los últimos tres meses, la producción industrial en los Estados Unidos y Gran Bretaña cayó 3.6% y 4.4%, respectivamente, (equivalentes a una declinación anual de 13.8% y 16.4%)… En el cuarto trimestre la producción industrial alemana cayó 6.8% y la de Japón 12% (que ayuda a explicar por qué su PIB está cayendo mucho más rápidamente que a principios de los noventa). La industria está colapsando en Europa del Este así como en Brasil, Malasia y Turquía. Miles de fábricas han sido abandonadas en el sur de la China” (The Economist 19/2/2009). Y hace pocos días, la ANDI anunció que las manufacturas colombianas habían entrado en recesión.

Y a pesar de tales anuncios, algunas personas continúan sosteniendo que América Latina está protegida de la crisis económica mundial y que, en todo caso, su impacto será mínimo y la recuperación vendrá pronto. ¿Será posible?

La recesión en Estados Unidos, Europa y Japón y el menor crecimiento en China inducen una menor demanda de materias primas (combustibles, metales, productos agropecuarios) para su producción industrial. Ello produce una disminución significativa de sus precios internacionales (petróleo: de US$ 145 barril a US$ 38). La reducción de ingresos por exportaciones en América Latina, concentradas en materia primas, es consecuente.

A su vez, la recesión genera desempleo, que se traduce en una disminución del ingreso de los migrantes y, por lo tanto, de sus remesas. Existe evidencia de que se están reduciendo rápidamente. Según el Banco de España, en los nueve primeros meses de 2008 fueron 7% menos que en el mismo periodo de 2007.

Un tercer efecto recae sobre los flujos de capitales e inversión extranjera. En 2008, según la balanza cambiaria, la inversión extranjera neta en Colombia fue US$ 5,729 millones, US$ 3,073 millones menos que en 2007.

Llegaron en busca de rentabilidad por los diferenciales de tasas de interés pero, sobre todo, por las expectativas cambiarias. El gerente de una transnacional puede conseguir localmente un crédito a una tasa preferencial del 15% anual, pero prestándose de su matriz le costaría 4%, más lo que suceda con el dólar. Si su expectativa es una revaluación de 15% los recursos de su matriz le costarían -11%, pero si es de una devaluación le costarían 19%. Así, antes de traer más dólares prefiere llevárselos convirtiendo una oferta en una demanda.

Además, si las expectativas de recesión son generalizadas, los inversionistas prefieren seguridad sobre rentabilidad. Con ello mueven sus capitales buscando un último refugio, paradójicamente los bonos del Tesoro estadounidense. Así, liquidan sus posiciones en moneda local, compran dólares y los sacan del país.

Dichos hechos tienen efectos sobre las economías locales. La crisis en Latinoamérica no será resultado de que los bancos locales hayan adquirido derivados financieros que hoy no tienen valor; los adquirieron en pequeñas cantidades. La crisis mundial se está trasladando a través del comercio y los flujos de capitales. Una caída tan significativa en los ingresos externos (¿40%?) genera, inevitablemente, una caída siguiente en los ingresos internos y, consecuentemente, recesión, desempleo, devaluación (54% en Colombia entre junio 16 2008 y febrero 20 2009) e inflación.

Ojala no sea tarde para preparar un plan monetario y fiscal anti-crisis que sustituyendo parte de esos ingresos perdidos reduzca el impacto de la crisis.

martes, 10 de febrero de 2009

Obama, resultados y ejemplos

Por: César Ferrari

Publicado en La República, Bogotá,10 de febrero 2009

El pasado jueves 5 de febrero el presidente Obama defendió en el Washington Post su plan para combatir la crisis económica a partir de un gasto público sin precedentes.Fue contundente su rechazo a las teorías del pasado régimen, que pretendían resolver los problemas económicos reduciendo impuestos a los ricos, acusándolas de causar los graves problemas que afectan a Estados Unidos al aplicarse durante demasiado tiempo:

“En días recientes se han dado críticas equivocadas a este plan que hacen eco de las teorías fallidas que nos condujeron a esta crisis: la noción de que solo la reducción de impuestos resolverá todos nuestros problemas, que podemos resolverlos con medidas incompletas y desconectadas, que podemos ignorar nuestros desafíos fundamentales tales como la dependencia energética y los altos costos en el cuidado de la salud y, aún así, esperar que nuestra economía y nuestro país prosperen.

Rechazo esas teorías como lo hizo el pueblo estadounidense cuando fue a las urnas y votó decididamente por el cambio. Ellos saben que hemos empleado esos métodos por demasiado tiempo. Y por ello nuestros costos en el cuidado de la salud se han elevado por encima de la inflación. Nuestra dependencia del petróleo extranjero aún amenaza nuestra economía y nuestra seguridad. Nuestros niños todavía estudian en escuelas que los colocan en desventaja. Hemos visto sus consecuencias trágicas cuando nuestros puentes colapsan y nuestros diques fallan.”


Orientaciones y comportamientos parecidos hemos visto en América Latina en las últimas décadas. Durante muchos años se ha insistido en unas mismas políticas a pesar de sus fracasos. Y cada vez que se reclamaban mejores resultados, se prometían próximos éxitos argumentando que lo que faltaba era persistir en lo mismo. Juzgar por resultados y modificar de acuerdo a las circunstancias dio paso a la ideología y a las teorías que la respaldaban sin cuestionamientos a la relevancia de sus supuestos.

De tal modo, en gran medida, la política fiscal se desentendió de la compensación y del bienestar social, redujo los impuestos directos para sustituirlos por impuestos indirectos y pretendió que la educación y la salud fueran ofrecidas crecientemente por el sector privado sin consideración a los ingresos reducidos de la mayor parte de la población que tuvo que acceder a servicios de poca calidad compatibles con dichos ingresos.

Y la política monetaria se empleó casi exclusivamente para combatir la inflación y se descuidó sus efectos generadores de tasas de interés elevadas y tasas de cambio deprimidas que reducen la competitividad de las actividades productivas de bienes y servicios transables y, con ello, la inversión en las mismas.

Y la política de regulación permitió que los servicios públicos y financieros actuaran sobreprotegidos en mercados poco competidos. Con ello, aunándose a lo anterior, mantuvieron tasas y comisiones muy superiores a las internacionales perjudicando también la competitividad del resto de la actividad económica.

Así, en casi toda Latinoamérica progresaron casi exclusivamente los servicios sobreprotegidos y las actividades primarias, poco generadoras de empleo, que se beneficiaban de precios internacionales elevados. Y aunque en parte se modernizó, se des-industrializó, se hizo más dependiente de los ciclos internacionales, redujo su posibilidad de crecimiento sostenido de largo plazo y agudizó su desigualdad social.

¿Será posible que aprendiendo de resultados rediseñemos nuestras políticas económicas… como lo está haciendo Estados Unidos?